En Colombia muchos intelectuales e historiadores han negado de forma recurrente la existencia de cualquier forma de progreso social. La historia se repite constantemente de manera permanente. Algunos dicen que estamos peor que en 1930 en el sentido de que hay todo un empobrecimiento hasta la miseria y pobreza extrema de las clases bajas, hace muchos años no habíamos llegado a tales situaciones de pobreza familiar.
Las políticas de estado han sido insuficientes y poco beneficiosas, en medio de la guerra, la estimulación de la pobreza y el duro panorama de los campesinos que se vienen a la ciudad. La reducción de la brecha de la pobreza como premisa de los planes de desarrollo locales son el gran reto, pero el incremento del alfabetismo, el avance de la educación y la condición de la mujer suenan muy bien en el papel, pero poco en la realidad. El cambio acumulativo resultado no de una transformación radical si no del formismo democrático tiende a ser ignorado o despreciado.
Todos los alcaldes y gobernadores del país han iniciado el gran reto de plasmar tu programa de gobierno radicado en la registraduría del estado civil y liderado en campaña para convencer a las mayorías en democracia, que finalmente es el verdadero sentido del proceso electoral, que se concilia y concertar con todos los grupos sociales, gremiales y de valor de la ciudadanía y finalmente aprobado por el concejo municipal o asamblea departamental para el caso del departamento que es la junta directiva de los alcaldes y alcaldesas, gobernadores y gobernadoras de los territorios.
Muchos de estos desafortunadamente se quedan en estimados, cifras y metas que en un alto porcentaje son fallidos por que suelen ser muy fantasiosos y pocos pragmáticos ante la realidad del territorio. Donde la desigualdad sigue siendo igual, las obras estimadas suelen ser las mismas y no ejecutadas, los programas sociales con la misma dinámica de las instituciones del orden nacional. La ciudadanía ya no come entero, las veedurías están por doquier y el acompañamiento de los líderes cargados de academia y mistura ideológica son muy importantes para poner en cintura a los alcaldes y gobernadores.
El plan de desarrollo de un territorio no es cualquier cosa, las socializaciones y concertaciones no deben ser cualquier cosa. Hay que ser pragmáticos con el presupuesto y realistas ante la situación económica de las finanzas municipales y departamentales, hay que ir más allá de las promesas y avanzar con lo que hay, con lo que se puede gestionar y con cuanto se puede avanzar desde el crédito público para financiar las obras de infraestructura y obras con progreso social que van de la mano para el desarrollo integral de la ciudadanía.
El estimar, fantasear y proyectar desde la palabra no puede seguir siendo el sentido del gobierno, los mandatarios pragmáticos, sinceros, aterrizados y llenos de eficiencia necesitamos en las instituciones y entidades, debemos recuperar la credibilidad de la ciudadanía y ser eficaces en la política publica, teniendo mas hecho en la realidad del territorio.