Por: Alvaro Hernando Cardona González
La corrupción es el efecto de varios delitos (concusión, cohecho, extorsión, peculado, etc). Y es un fenómeno gravísimo pues frena el desarrollo económico y social en todas las sociedades. Nadie es inmune a la corrupción. Y lamentablemente tampoco la gestión ambiental, es decir, el proceso social y político continuo en el que intervienen diversos actores de la vida municipal políticos, económicos, sociales y en el que se define, formula y ejecuta un conjunto de acciones que tienen como finalidad el desarrollo sostenible de un territorio y el mejoramiento de la calidad de vida de la población.
Dado que la gestión ambiental se sostiene en un proceso de planeación que culmina con la definición de las políticas públicas, cuando la corrupción desvía los recursos públicos, toda la gestión ambiental se afecta. Ya por esto, la Conferencia de las Naciones Unidas contra la Corrupción, realizada en el 2019 en Abu Dhabi, había llamado a avanzar en los esfuerzos de prevenir y combatir este crimen para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
La corrupción es una amenaza para el bienestar de todas las sociedades, pues se dejan de hacer más inversiones, y se dejan de enfrentar más afectaciones ambientales, poniendo en riesgo el futuro de la humanidad y la salud de nuestro planeta. De ahí que debe ser combatida por todos.
La ONU ha calculado que cada año se paga, alrededor del planeta, no menos de un billón de dólares en sobornos y estima que se roban 2,6 billones de dólares anuales mediante la corrupción, suma que equivale a más del 5% del producto interior bruto mundial. También calcula que en los países en desarrollo se pierde, por la corrupción, una cantidad de dinero diez veces mayor que la dedicada a la asistencia oficial para el desarrollo. Y si eso es al desarrollo, ni qué decir a la conservación y recuperación ambientales.
La corrupción también afecta la paz y tranquilidad ciudadana. Precisamente lo que motica a las bandas delictivas, terroristas y dañinas, es la corrupción. Por eso se alimentan del hurto del petróleo nacional, de los minerales, de la explotación sexual, de la producción y comercialización de estupefacientes y armas, entre otras. Las bandas delincuenciales y terroristas ¿cómo compran armas para generar violencia? Necesitan plata ilícita, corrupta.
Ante la corrupción también aplican los principios o reglas que frecuentemente esbozamos en esta columna: a) hay que sincerar el problema; b) hay que actuar con decisión estructural y valor institucional. Sólo eso ofrecerá una oportunidad genuina de identificar y acordar nuevos enfoques para enfrentar la indescriptible amenaza de la corrupción que enfrenta la humanidad ética.