Lo enunciábamos en esta Casa Editorial a inicios del presente mes, que los resultados del índice de precios al consumidor (IPC) de septiembre, publicados por el Dane, ratificaron lo que los analistas del mercado esperaban: la continuación de la disparada de la inflación. La variación anual de los precios llegó al 11,4 %, siendo el nivel más alto desde hace 23 años. Considerada la más alta desde marzo de 1999, cuando hubo una recesión relacionada con el endeudamiento récord y un incremento acelerado de las tasas de interés. Igual fenómeno se está presentando actualmente. Por tal motivo, el aumento del Salario Mínimo Mensual Legal del 10%, decretado por el gobierno nacional en el mes de diciembre pasado, ha quedado absorbido por el aumento inesperado de la tasa de inflación mencionada anteriormente. La situación ha impactado negativamente al 60% de los trabajadores que ganan hasta un salario mínimo mensual legal y en menor proporción con el resto de los que ganan mayores montos.
Igualmente, con las personas y las sociedades sucede lo mismo: cuando se aferran a que todo pasado fue mejor, tienen una cultura catastrofista, pesimista o negativa y solo aguardan el fracaso de las nuevas ideas para argumentar que nada cambia. Pero, así como actúa el calor, la electricidad o el magnetismo para modificar temporalmente la memoria de esos materiales de uso industrial, los países aplican políticas públicas, el sector productivo lidera innovaciones, genera empleo, emprende y la misma sociedad visibiliza líderes positivos que hacen saltar el desarrollo de las naciones. Y esta es la sagrada responsabilidad que tiene el actual gobierno nacional que lidera Gustavo Petro Urrego. Necesariamente deben pensar en fortalecer el ingreso real, que durante las últimas tres décadas han caído a niveles históricos, contribuyendo con el proceso de pauperización de la sociedad colombiana, así los integrantes del equipo económico, no lo hayan reconocido. Consideramos que se deben cambiar el paradigma tradicional que se ha tenido para seguir manteniendo los incrementos por debajo de la realidad económica en que se encuentra sumida la sociedad colombiana. Aumentos irracionales del servicio de la energía y de otros bienes esenciales de consumo de la canasta familiar, que en muchas ocasiones superan el 40%, inclusive el 100%., desestabilizan cualquier presupuesto familiar, convirtiéndolos cada vez en más pobres, como lo indican los boletines emitidos del Dane, sobre la distribución inequitativa del ingreso de los colombianos. Pero los tiempos peores están por llegar. La reforma tributaria que actualmente cursa en el Congreso de la República se convierte en un campanazo de alerta que indica que no se puede seguir afectando el precio de los bienes y servicios y, por ende, el bolsillo de los colombianos, así lo expresen negativamente algunos sectores de opinión a nivel nacional.
