Diario del Huila

Alimentos urbanos: alternativa en un país mal llevado

Abr 25, 2022

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Por: Gerardo Aldana García

No es exageración, Colombia es un país mal llevado en asuntos económicos con las correspondientes repercusiones en la vida nacional de sus ciudadanos. Según el Banco de la República, en la encuesta que realiza el Emisor para tomar la temperatura a las proyecciones, daba cuenta desde finales de 2021 y a principios del 2022, que las expectativas de inflación en el país estarán en promedio, en un 5,47 % para el cierre del año; no obstante, los rangos oscilarían entre 4,3 % y 7,06 %. Pues bien, nada más errado que dicho pronóstico, cuando en marzo de 2022 la variable económica que mide el incremento de costo de vida se ha ubicado en la alarmante cifra del 8.53% lo cual no solo quiebra abruptamente el vaticinio pensado sino que al mirar al próximo diciembre, con un promedio de casi 3% mensual en lo corrido del año, se nos presentaría un grave porcentaje inflacionario que bien podría superar el 30% anual. ¿Imposible? Las cifras lo están mostrando. Esto es como regresar a la grave economía colombiana de los años 90 cuando la inflación superó el 33%. Tal situación traerá sin duda efectos negativos en el nivel de vida de los colombianos más pobres y de clase media cuyo incremento en los ingresos de salario mínimo apenas es del 10.07% respecto de 2021, es decir que se tendrían cerca de 20 puntos porcentuales en contra de la menguada economía familiar promedio colombiana. Es lógico que la variable inflación traerá consigo el aumento en la devaluación de la moneda con la que cada mes se tendrá menos poder de adquisición en el mercado nacional. Si el gobierno no se despeluca a proponer y ejecutar las acciones generadoras de la tremenda espiral inflacionaria, las cosas serán nefastas para la enorme mayoría del pueblo colombiano.

En este desalentador panorama surge la preocupación natural sobre las prioridades para vivir, siendo la primera la canasta familiar y dentro de esta los alimentos sin los cuales es imposible la existencia. En esta canasta pueden faltar la salsa de tomate, el café de excelso, un vino aperitivo o un trozo de la mejor carne de res, pero no así las verduras que pueden acompañar un desayuno con huevos o un almuerzo con frijoles y arroz. Y es justamente cuando los colombianos de ámbitos urbanos que en algún momento llegamos a producir tomate, cilantro, lechuga o acelga en nuestros solares y materas, lo pensábamos como un pasatiempo o entretenimiento para amistarnos con la naturaleza y sus bondadosas energías, ahora nos corresponde revisar el esquema y entender que más allá del hobby, producir vegetales comestibles en la casa urbana, se vuelve una necesidad y un compromiso familiar si se quiere subsistir. El mundo tiene experiencias como Europa en donde, según lo comparte el portal Buena Vibra, en Les Avanchets, una ciudad en Suiza, esto más que ser una idea pasó ase ser una política pública ya que el mismo gobierno fue el que impulsó la iniciativa de que cada habitante tuviera un huerto en su jardín, entregándole terrenos para autoabastecerse de alimentos e intercambiarlo con los vecinos. Según cuenta el fotógrafo y ecologista Yann Arthusbertrand, autor de la imagen que dio a conocer de manera masiva esta característica del poblado, en Europa, las primeras huertas hogareñas fueron creadas en el siglo XIX, en un plan sostenido también desde los estados nacionales para que los trabajadores pudieran mejorar su dieta. El ejemplo fue seguido en Suiza desde la Primera Guerra Mundial. Hoy en día, los huertos familiares en Suiza ocupan 900.000 parcelas y eso significa 50.000 hectáreas utilizadas en la explotación de la escala familiar, el equivalente a 3.000 granjas de tamaño medio. En el mundo existen 800 millones de agricultores urbanos aficionados.  El tema es que producir agricultura urbana, en los actuales momentos de crisis de abastecimiento y alto costo de los fertilizantes, conlleva indefectiblemente a mirar las opciones de abono orgánico recurriendo para ello a los mismos residuos de vegetales y otros elementos cuya descomposición dirigida de forma técnica, representan una alternativa posible para mejorar la producción, productividad y obtención de alimentos sanos. No le dé más vueltas: empiece hoy mismo comprando una papeleta de semilla de cilantro o lechuga, o qué tal zanahoria o repollo, y ponga en algunas de sus materas las diminutas semillas que, en cosa de días, con poca agua y sol, emergerán vigorosas con la promesa de un alimento para su mesa.  Youtube está lleno de videos que enseñan cómo producir desde casa.

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