Álvaro Hernando Cardona González
Ajustando algunos textos de los documentos de empalme sectoriales entre los gobiernos entrantes y salientes del próximo 7 de agosto, es pertinente traer a colación las potencialidades económicas que ofrece la biodiversidad nacional. De verdad es pertinente hacerlo, cuando la biodiversidad se menciona tan frecuente por los anunciados funcionarios del nuevo gobierno.
Nuestro país cuenta con valores naturales asombrosos. En parte debido a que está ubicado en el área intertropical del planeta con casi un 50% del total del territorio en áreas marinas, formado por parte de dos océanos y alturas que van de 0 a 5.775 metros sobre el nivel del mar. A nivel global, ocupa el segundo lugar en riqueza de biodiversidad superado únicamente por Brasil, con un territorio 8 veces mayor. Es que cuenta con el 52% de su superficie continental cubierta por bosques, lo cual son alrededor de 55 millones de hectáreas y posee otros ecosistemas no forestales, como páramos, corales, o marismas. Pero estos valores naturales configuran una oportunidad y ventaja comparativa para consolidar los pilares del crecimiento económico; contribuyen a la seguridad alimentaria, reducción de la pobreza y el desarrollo productivo sostenible, entre otros, lo cual hace más resiliente al país ante fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático. La biodiversidad, también permitirá avanzar al logro de la meta global de proteger el 30% del planeta al 2030, establecida en el nuevo marco global del Convenio de Diversidad Biológica, como medida para frenar su declive.
Así mismo, la provisión y regulación hídrica, es uno de los principales recursos ambientales y productivos de nuestras regiones. Colombia es considerada una potencia hídrica mundial con seis nevados y más de 48.000 fuentes, entre ríos, lagos, lagunas, ciénagas, arrecifes y estuarios, entre otros, habitados por el 87% de la población, lo cual es una ventaja comparativa que debe ser aprovechada por medio de la implementación de instrumentos de planeación y ordenamiento territorial, pero acompañados de una férrea defensa (lo que exige cero hipocresía ambiental, como ya lo hemos mencionado en otras ocasiones) que garanticen su conservación y paulatina restauración.
Todo esto, ofrece una enorme ventaja competitiva en turismo natural (en las modalidades de ecoturismo, turismo rural y turismo de aventura), donde la biodiversidad es el activo principal para impulsar un nuevo renglón de crecimiento económico.
El nuevo gobierno, ojalá más que mencionar a la biodiversidad, con coherencia y con la valentía institucional que hasta ahora nuestros gobiernos no han demostrado tener, primero defienda la biodiversidad, y luego la aproveche plena, para aumentar el crecimiento económico. ¡La economía debe crecer sostenible!