Diario del Huila

Civilización versus cultura

Abr 13, 2022

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Por: + Froilán, obispo de Neiva

Es la continuación de la columna pasada publicada en este mismo diario, ¿Evolución o involución? La civilización hace relación a los adelantos tecnológicos en términos de innovación, gracias a la moderna τεψνε = herramienta. Es decir, nuevas técnicas para mejorar la producción. Las bellas artes, a saber: arquitectura, escultura, pintura y, sobre todo la música, son expresiones del espíritu; solo el ser humano hace arte. Pero son expresiones del espíritu la lengua y la religión. Los pueblos conquistadores saben que para cambiar la identidad de un pueblo, basta quitarle la lengua y la religión. Eso han hecho todos los pueblos dominantes. Estados Unidos domina el archipiélago de Las Filipinas y lucha por borrarle el idioma, el español e impone el inglés; como lo había hecho España casi tres centurias atrás. Además de las expresiones del arte, son parte vital de la cultura de un pueblo, las costumbres; costumbres en términos gastronómicos, vestuario, sabiduría popular, tradiciones familiares e incluso, ciertos mitos; éstos pueden ir evolucionando hasta llegar a convertirse en creencias. En el caso de la fe cristiana, de los mitos se pasa a las creencias y éstas se llevan en toda una historia de salvación que se centran en una persona histórica, Jesucristo, Hijo de Dios vivo; pasa del animismo y paganismo o sincretismo religioso a una vivencia en una Historia Salvífica que tiene como único paradigma la persona histórica de Jesús. La cultura es lo que identifica a un pueblo; la cultura es lo que identifica a una persona. Una persona con cultura tiene raíces. ¿Qué pretende el hombre postmoderno? Ser civilizado, no culto. Es un hombre marcado por los avances tecnológicos en donde pierde el sentido crítico; es más un homo faber que homo sapiens. Los nuevos paradigmas de la postmodernidad están haciendo un hombre volátil, robótico, sin raíces, marcado por los últimos adelantos que es dominado por la tecne sin ningún criterio ideológico. Este hombre volátil, acrítico, cambia de religión como cambiar de calcetines; cambia de partido, como cambiarse a otra marca de jabón. El hombre acultural es un hombre sin principios morales, sin raíces; vive una moral relativa y subjetivista; es decir, lo que hoy es blanco, maña puede ser negro y viceversa. Podríamos decir que es un hombre gaseoso, sin identidad. Es un hombre lignt, en terminología del siquiatra español, Enrique Rojas, es un hombre líquido, en términos del sociólogo polaco, Sygmund Bauman; es la sociedad líquida que nos habla en su libro del mismo nombre. Es el hombre de la civilización del espectáculo en terminología del novelista peruano, Mario Vargas Llosa. Es un hombre en quien no se puede creer; lo que hoy afirma, maña lo niega y sigue tan campante. Es el hombre más frágil del mundo, es el hombre de la cultura de cristal, frágil y enclenque en sus decisiones; es manipulable por el viento más fuerte. Es el hombre que quiere negar el pasado, es iconoclasta, rompe todo lo que sea. ¡Qué pena! Por defender la dignidad de una etnia, a romper todo lo que huela a pasado, pasado que es dominación. En nuestro caso, marcado por un odio visceral.

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