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Claudia, una dama que se mueve a las ‘carreras’

Nov 17, 2021

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Diario del Huila, Crónica

Por: Hernán Guillermo Galindo M

Es una de las pocas mujeres que labora como taxista en Neiva, rompiendo estereotipos. Pide que no las discriminen y las respeten.

Ser mujer taxista en un gremio en el que la mayoría de sus integrantes son hombres y en una sociedad en la que aún impera un machismo puede resultar difícil, pero con esfuerzo y rompiendo estereotipos Claudia Cuéllar Suárez asumió el complejo reto al que se le midió hace siete años y no se arrepiente porque le dio la independencia laboral que buscaba.

Es una de las pocas mujeres que conduce carro amarillo y se mueve a las ‘carreras’ por las calles de Neiva para ganar el sustento diario llevando y trayendo personas.

La piloto nació en Neiva hace 41 años. Es auxiliar de enfermería, profesión que ejerció durante varios años. Aunque le hubiera gustado estudiar medicina, no se pudo por cosas de la vida. Tocaba comenzar a laborar entonces optó por algo afín, la enfermería.

“Trabajaba como enfermera en el consultorio particular de un médico. Fueron cuatro años y con la plata decidí comprar un taxi como inversión para mejorar los ingresos familiares”, cuenta.

Recuerda que estudió la primaria en la escuela Humberto Tafur Charry y el bachillerato en el INEM.  Tiene bonitos recuerdos de la infancia con don Evangelista Cuellar, ya pensionado, ya la mamá, Leonor Suárez, junto a seis hermanos. Vivian en el barrio Eduardo Santos. No tenían lujos, pero tampoco fue una vida de necesidades, destaca.

“Lo más bueno de todo este tiempo en el que he ejercido como taxista ha sido poder servir a la gente, no depender de nadie es lo mejor que le puede pasar a uno. Ser independiente, el tiempo es de uno. Y como mujer muy trabajadora que soy, responsable con mi carro y con mi oficio, pues gracias a Dios me va muy bien”, dice, sonriendo.

De enfermera a taxista

Siempre le gustó ser libre y valerse por ella misma. Al principio vio manejar como una opción de ingresos adicionales, por eso compró el taxi y le puso conductores. “Hasta que un día, cansada de bregar con ellos, decidí montarme al carro y probar el oficio. Me gustó y me quedé”, dice, mientras vuelve y sonríe.

Complementa que se puede vivir de este oficio, pero hay que ser muy dedicado, organizado y disciplinado, porque la plata es de bolsillo y si no se sabe administrar se despilfarra. “En eso soy muy disciplinada y organizada, gasto lo justo y necesario y guardo para exigencias del carro y algo para ahorrar”, agrega.

Sobre el gremio femenino en la mancha amarilla comienza por señalar que aunque no es un dato oficial con ella hay unas ocho mujeres en las calles, que no se han organizado, pero sí se saludan y de ser necesario se colaborarían. No hay celos ni envidias.

En cuanto a la relación con los hombres responde que en principio fue un poco complicado porque es un gremio muy machista. “Me decían malas palabras, me insultaban, con términos como váyase para la casa a hacer oficio, a cocinar a barrer. Pero luego, de a poco, fueron aceptando mi presencia. Nunca choqué con compañeros, ahora me tratan con amabilidad y me fueron aceptando”.

El día como taxista

La jornada la inicia a las siete de la mañana, dice y comenta que se vuelve hasta psicóloga de escuchar tantas cosas de la gente. Los pasajeros se suben y le cuentan los problemas, ¿Me preguntan qué haría en tal o cual caso? Se entera uno de muchas cosas diarias, afirma.

Claudia, una mujer amable y de buena conversación, refiere que comparte su vida con sus tres hijos, una de las cuales estudia comunicación social, Valentina Medina. Esteban que termina once y “la chiquitina, María Ángel, que está en séptimo grado”.

Como anécdotas señala los clientes que le coquetean y hasta  propuestas indecentes le han hecho. “Creen que una mujer por el hecho de trabajar en la calle, es de la calle y está dispuesta a hacer cualquier cosa por dinero, porque ofrecen dinero”, comenta, y se pone seria.

De manera cortes les dice que si se dedicara a eso no estaría trabajando como taxista. Entonces el desmedido se disculpa y termina el mal momento.

Otra de las anécdotas tiene que ver con los servicios a los moteles. “Las muchachas, cuando suben al taxi, y ven que quien conduce es una mujer les da como pena, pero luego entienden que estoy prestando un servicio y no juzgando a nadie”.

El mantenimiento del taxi lo sabe sobrellevar, pues, aunque no sabe de mecánica, con el tiempo ha aprendido a conocer los ruiditos del carro, lo lleva al taller y normalmente acierta en el diagnóstico. También sabe cambiar llantas. “Me tocó aprender a la fuerza, ahora se me hace muy fácil. Cuando me pincho, cambio la llanta sin ningún problema, aunque a veces hay compañeros solidarios y me ayudan en la vuelta”.

Claudia Cuellar, dice que le gustaría crecer en este trabajo, tener más taxis y ser empresaria para que otras mujeres como ella se dediquen al oficio y sean independientes, “una buena opción para las que son cabeza de hogar”. Y concluye pidiendo que a las mujeres conductoras no las discriminen, las respeten y apoyen.

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