Diario del Huila

Colombia es una sola

May 29, 2021

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Por: Amadeo González Triviño

Leyendo la novela “Los cardos olvidados” del escritor huilense Ricardo Moncaleano, referido a “hechos” de violencia que se enmarcan a mediados del siglo XX en la población de Colombia Huila, de nuestra República “y que en su momento a nadie interesaron”, hemos de decir que hacen parte esta Colombia, hacen parte integral de la historia en conjunto del pueblo colombiano, de una sola Colombia, como país, como nación y que ha vivido en los últimos años, la misma intensidad de caos, violencia y destrucción de siempre. Es la historia repetida otras tantas veces, es la suma de otras tantas violencias aparejadas y tomadas de la mano de las burlas de nuestros dirigentes políticos, de los funcionarios que regentan el poder desde hace más de cien años en nuestra patria.

Esa suma de historias que encontramos a lo largo del libro, esa forma de introducirnos poco a poco en lo que vivimos a diario y es una constante histórica de reflexiones, sin lugar a dudas parecen escritas para los años cincuenta, y se repiten hoy en pleno siglo XXI, bajo una Constitución de papel, supuesta democracia, que nos lleva a revivir, vivir y seguir viviendo este proceso histórico de una violencia que hace parte de nuestra idiosincrasia nacional.

No es extraño que este texto escrito para referir hechos sucedidos en los años cincuenta, parecen escritos ayer y se repiten hoy en día, cuando uno de los protagonistas de esta historia, afirma:

“Pensar en un cambio a corto o mediano plazo resulta, cuando menos utópico, pues los pobladores del país estamos hechos de una herencia de caracteres rendida y asustadiza, más propia de esclavos que de personas emancipadas”. “Si a ello le sumamos la falta de educación para el pueblo, entenderemos las causas de nuestros dolores.” “Pero cierto es, y por ello lo consigno en esta carta que, si un día el pueblo se da cuenta de la verdad de las cosas, de tanta injusticia y marginalidad, tendrán que esconderse debajo de la tierra o coger las maletas del exilio los perversos dirigentes de nuestro país, como sucediera en Francia en la época de la ilustración.”

Después  de un mes de paro, como el que vivimos en los actuales momentos, una represión sin tregua con más de cincuenta muertos, quinientos desaparecidos y muchos de sus cuerpos que posteriormente flotan en las aguas de los ríos colombianos, son solo fruto y consecuencia de la desidia y el abandono del gobierno central, ante la ausencia de un verdadero diálogo social, que nos cierra las puertas y no se ve una perspectiva de solución a los problemas. Es cuando tenemos que entender la teoría que propugna por el odio entre los mismos colombianos, la cual gana cada día más y más adeptos, cuando “supuesta gente de bien” encara y enfrenta a quienes se toman su vocería, para defender sus derechos o reclaman equidad, justicia, libertad y paz.

Y las historias que entrelaza esta obra del maestro Moncaleano, nos devuelve la posibilidad de sentir y vibrar con el dolor, con esta realidad, que es la dura realidad de un país encolerizado consigo mismo, esclavizado por su propia suerte, la suerte de la indiferencia y del irracionalismo, ciudadanos fraccionados y sesgado por sectores políticos irreconciliables, que quiere y pretende silenciar el mar de sangre que hemos vivido, la corrupción y el vandalismo político y politiquero al que estamos acostumbrados a vivir, siendo por una sociedad edificada sobre la corrupción y la impunidad, el delito y la violación de los derechos humanos, la injusticia y la inequidad, bases y pilares que se suman a nuestra indiferencia y se suma en un gran todo para hacernos ver que esta hecatombe se nos vino encima, que esa teoría de “mantener al pueblo en el oscurantismo” que conoce muy bien la dirigencia, como el trágico fin que nos espera en la miseria y el abandono por completo que ya se vive en más del cuarenta por ciento de la población colombiana.

Terminemos por volver los ojos al escritor cuando advierte: “Los casi mil muertos del pueblo se tornaron invisibles para las autoridades de todas partes. Algo tuvo que ver, en este desconocimiento, la encargada de estadísticas del pueblo, muy cercana a los “pájaros”, quien como causas de las muertes de los liberales apuntaba invariablemente: “anemia aguda”. “Pero, entonces, ¿por qué, tampoco, se dijo nada de las matanzas perpetradas por los “chusmeros” liberales?”

Con Ricardo Moncaleano y su obra “Los Cardos Olvidados”, rescatamos un testimonio, como parte de ese registro de la memoria colectiva que ha de perdurar para que las nuevas generaciones resistan y persistan en la defensa de sus propios derechos, porque somos un pueblo condenado al eterno retorno de lo peor, de la violencia, del dolor y de las masacres y de las muertes de líderes, de hombres y mujeres y de todos los que en algún momento se atrevan a gritar o demandar: Libertad o Paz y aún no ha cesado la horrible noche…

 

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