Diario del Huila

Colombia no se sorprende

Abr 16, 2022

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Por: Amadeo González Triviño

Siempre hemos considerado que el pueblo colombiano se enfrenta a una dura realidad: las incertidumbres, el acaso y el destino impredecible por el que nos llevan a diario, quienes en determinado momento hacen parte de nuestro entorno, de nuestro grupo familiar, social o político y especialmente humanista.

Y nada nos sorprende, hemos perdido la opción y la posibilidad de rechazar todas las formas aberrantes con las que vamos entrelazando este diario y cotidiano vivir. La violencia en sus múltiples manifestaciones se nos vino encima y si a diario recibimos un golpe certero por los medios de comunicación que no van mostrando los conflictos internos, las muertes, los feminicidios y las atrocidades de la guerra, es cuando entendemos que nosotros mismos nos hacemos daño, al querer estar informados de lo que pasa en el mundo.

Lo que pasa en el mundo con los informativos conocidos, no son halagüeños, todo es un presagio anticipado del desastre, de esa hecatombe que no atinamos a contrarrestar por la modorra y el desapego a lo nuestro, a nuestra realidad vital, a nuestro proyecto de vida y por consiguiente, que termina siendo un punto equidistante entre lo que dictan los cánones sociales y lo que realmente ejecutan los seres en comunidad, normas divergentes que se encuentran enmarcadas por la impunidad, el crimen, la corrupción, el delito y lo que es peor: la indiferencia del otro, de los otros. La indiferencia de todos.

Hemos perdido por completo ese sello de espiritualidad que debe motivar y ser la razón de ser de nuestros actos y de nuestros compromisos con el otro. No de religiosidad que es diferente y que termina por reducir nuestra capacidad de lucha o de confrontación. Espiritualidad en el entendido de que hay un elemento primario superior en cada ser humano, que debe aglutinar la solidaridad, el compartir, el acercarnos al otro, el afecto y sobre todo, el amor o la pasión por y con la que debemos llegar a decir o ejecutar nuestros actos.

Esta semana no es única, no puede ser la excepción de todos los días, de todas las semanas, de un siempre volver a lo nuestro, interiorizar nuestros sueños, enfrentar a los que con la doble moral o como funcionarios dicen y hacen cosas que difieren de sus compromiso social y humano, para plegarse, para rendirse como meros mendicantes del utilitarismo al que terminan reduciendo al otro, la vida nos va enseñando que es necesario erradicar la duda de los demás, cuando de compartir un abrazo o decir una palabra de afecto se trata.

Colombia y los colombianos, hemos perdido la capacidad de asombro, escuchamos a ratos esas conversaciones privadas que no son capaces los otros de advertirnos de frente, pero que a nuestras espaldas, son la bandera con la que nos enfrentan, como si el mundo y todo lo que sucede a nuestro alrededor, pudiera ocultar o pudiera seguir siendo parte de un engaño, de una mentira, de una afrenta que nunca se nos pasó por la cabeza, pero que es una constante con la que se nos mira de frente y se nos abraza y se nos engaña.

Volvamos a la palabra desnuda, sin ribetes y enfrentemos al otro, con un mensaje que nos restablezca allá en lo más profundo, esa bondad y ese sentimiento que nunca ha muerto, que sigue latente aún en muchos de nosotros, porque como lo ha plasmado un artística plástico con una obra donde desnuda al ser humano, el vacío que llevamos por dentro, es un precipicio del que tenemos que cuidarnos o al que tenemos que saber evadir y alimentar con el afecto, con la espiritualidad que lleva en sí mismo el amor y la solidaridad social hoy en decadencia, pero que un día no muy lejano, debemos rescatar.

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