Diario del Huila

De maestro a anfitrión

Jun 10, 2021

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Por: Luis Humberto Tovar Trujillo

Con mucho pesar recibo el fallecimiento del maestro y jurista de verdad, Julio Cesar Uribe Acosta.

Tuve el privilegio de conocerlo de cerca, su personalidad, su carácter, don de gente propio de la gente de Manizales, muy culto, ilustrado, en fin, lleno de todas las cualidades que hoy escasean por los últimos pisos de los edificios que llaman “Palacios de Justicia”; en muchos casos, “palacios” donde reina la deshonra a la majestad de la justicia, que suelen invocar los que, con frecuencia, con sus sentencias, la aniquilan y la han colocado en un estado de postración, absolutamente aberrante.

Conocí en unas largas horas de espera en el aeropuerto de Neiva “Benito Salas”, pendiente de su regreso a la ciudad de Bogotá, toda la historia del holocausto a los magistrados del Palacio de Justicia, ese si PALACIO de verdad, del cual hacia parte el maestro Uribe Acosta, como Consejero de Estado, cuando fue incendiado por el narcotráfico en un pacto diabólico con el M 19, el mismo del señor Petro.

Me confesó, que a partir de ese momento comenzó a admirar a la fuerza pública y concretamente al ejercito; todo porque en esa tragedia, al momento de realizar acciones para huir del incendio y las balas asesinas, en ese juego cruzado entre el ejército defendiendo la institucionalidad y a quienes la representaban como víctimas, se hizo deslizar por el pasamanos de una de las escaleras del edificio, y al finalizar el procedimiento, sorpresivamente encontró una escalera sostenida por un soldado que le facilitó la caída sin consecuencias lamentables para el magistrado.

Me comento adicionalmente que, solamente vino a sentir miedo, cuando llego a su casa absolutamente a salvo de esa tragedia; mientras tanto no.

Me ilustro mucho sobre el tema del miedo, basado en una obra que me recomendó de Martin Luther King; quien promovió los derechos civiles a través de la no violencia y la desobediencia civil, inspirada por sus creencias cristianas y el activismo no violento de Mahatma Gandhi.

Tuve una coincidencia ideológica feliz, cuando me confesó haber sido amigo y compañero de luchas de Gilberto Alzate Avendaño, me conto sus experiencias en esa lucha política con el “Mariscal” como solía ser llamado Alzate, hablamos de la indagatoria de Alzate por defender los taxistas en Manizales ante una decisión aberrante del entonces Gobernador de Caldas; en fin, fueron momentos de deleite intelectual, de un gran anecdotario y, por sobre todo con una persona de su riqueza intelectual, considerado de los mejores magistrados, juristas y maestros.

Paz en su tumba; si fui su anfitrión en Neiva, confío en que sea el mío en el cielo.

 

 

 

 

 

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