Diario del Huila

Dejarse llevar por el Espíritu Santo

Jun 4, 2022

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LA COLUMNA DE TOÑO

Por: P. Toño Parra Segura                                    

padremanuelantonio@hotmail.com

Pentecostés es con la pascua las dos fiestas grandes en la Iglesia de Cristo. Culmina hoy el misterio pascual y se cumple la promesa repetida en el Evangelio de Juan, de la presencia del Paráclito que garantiza la asistencia del Resucitado en medio de nosotros, por la fuerza del Espíritu Santo.

La escenografía del ruido fuerte, del viento que sopla la casa y de las lenguas de fuego que se posaron sobre los asistentes, con sus efectos del don de lenguas y del cambio en sus discípulos, que nos narra el Libro de los Hechos, no pueden ser el resultado de una fantasía circunstancial, sino de la fuerza de Dios comunicada a la comunidad de los creyentes.

El protagonista es naturalmente el Espíritu de Dios, entendido como la presencia activa del Señor que obra la salvación de todos los hombres.  

El Espíritu está en relación con el Jesús glorificado del Libro de los Hechos aunque menos explícito que en el Evangelio de San Juan.

El Espíritu como la salvación que trae, no tiene fronteras y así el grupo privilegiado se multiplica como testigos ante todos los pueblos: medos, partos y elamitas, frigios y romanos, los del Ponto y del Asia.

Es el Espíritu el que rompe los límites de toda índole para crear a partir de entonces, la dimensión comunitaria y universal.

Lo que hace el alma en el cuerpo lo realiza el Espíritu en el mundo y en especial en la Iglesia, que nace como realidad concreta de una manera pública y oficial. El nuevo Israel se hace misionero al recibir el don del Espíritu.

Pentecostés como fuego quemante, como luz para creer y como energía creciente hace posible que nos podamos comunicar en el lenguaje de la Palabra divina.

Babel fue en el Antiguo Testamento el fruto de la arrogancia humana, que vino a sufrir el castigo de la confusión de lenguas: nadie entendía a nadie.

Pentecostés es al contrario la forma sencilla de que todos entendían el mismo lenguaje en distintos idiomas. Es que el calor humano de Pentecostés es la condición elemental  para sentirnos todos hermanos, para que nadie se crea con la exclusiva del Espíritu, para que nadie trate de encerrarlo; así como no se puede encerrar el viento, porque termina tumbando la casa, así el Espíritu que tenemos todos no puede verse ni manipulado, ni enajenado, ni reducido al disco duro de unos pocos.

El Espíritu vino a crear la unidad en la diversidad como lo afirma Pablo en la primera Carta a los Corintios: “diversidad de dones, de servicios, de actitudes, pero en cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común y para formar un solo cuerpo, porque así también es Cristo”.        

No estamos viviendo esta realidad ordenada en nuestro tiempo. No es lo mismo unidad que uniformidad, a ésta pretenden llevarnos a veces, muy alejados del verdadero  Espíritu de Dios. Dejémonos guiar por el Espíritu, para evitar el egoísmo, que nos impide reconocer los valores del otro. No le temamos a la diversidad que existe en el pluralismo y aprendamos a crecer con el otro y no a expensas del otro, porque esto es volver a la Babel de la incomprensión, cuando se habla mucho y nadie puede, ni quiere entender.

“Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo, Ven dulce huésped del alma infunde calor de vida y danos un gozo eterno”.

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