Ruber Bustos Ramírez
El presidente Gustavo Petro ha declarado que en los dos años que le restan a su administración «daremos todo» para alcanzar sus metas. No obstante, resulta preocupante ver cómo sus promesas de cambio y progreso no se reflejan en la realidad de muchos colombianos.
El bono pensional para adultos mayores, aunque incrementado, sigue siendo insuficiente. La mayoría de nuestros ancianos aún viven en condiciones de vulnerabilidad, y el aumento de $80 mil a $225 mil no cubre sus necesidades básicas en un país donde el costo de vida continúa en ascenso.
La creación de más de un millón de empleos y el aumento del salario mínimo en un 12% son cifras que no se traducen en una mejora palpable para la población. La realidad es que muchos de esos empleos son precarios o informales, y el aumento salarial no ha compensado la inflación. Las familias siguen luchando para llegar a fin de mes, y la brecha económica no se ha reducido de manera significativa.
En cuanto a la infraestructura, los corredores férreos que se han operativizado son un avance necesario, pero insuficiente. La movilidad y el transporte de carga, incluyendo productos tan esenciales como el café, siguen enfrentando desafíos. La promesa de progreso en este sector no ha alcanzado a todas las regiones y sectores económicos del país.
Aunque se reporta una disminución del 5% en homicidios respecto a 2023, la seguridad sigue siendo una preocupación grave. Los ataques, robos, delitos y extorsiones son constantes, especialmente en las zonas rurales. Las comunidades rurales enfrentamos n una violencia diaria que parece no estar en el radar del Gobierno, que aún no ha generado soluciones profundas y sostenibles para mejorar la seguridad en todo el territorio nacional.
El presidente Petro mencionó que recibió un país sobreendeudado y que decisiones judiciales afectaron la reforma tributaria aprobada en 2022. Sin embargo, estos argumentos no pueden seguir siendo excusas para la falta de cambios estructurales. La situación fiscal es compleja, pero es necesario que se tomen decisiones más efectivas y menos populistas para estabilizar la economía y no solo para pagar cerca de $40 billones para estabilizar los precios de los combustibles.
No se puede ignorar que el país sigue experimentando una salida significativa de personas en busca de mejores oportunidades en el extranjero. La falta de acciones contundentes para retener el talento y mejorar las condiciones internas es evidente. Los empresarios y diversos gremios no encuentran el apoyo necesario para prosperar, y la división entre sectores es cada vez más palpable. Petro no ha logrado construir la unión que prometió, y esto se refleja en una economía que no despega y una sociedad cada vez más polarizada.
La solución no reside en generar subsidios para las personas más necesitadas sin empleo, ya que esto solo perpetúa una dependencia del Estado sin abordar la raíz del problema: la falta de oportunidades laborales reales y sostenibles. La experiencia de países como Venezuela nos muestra que los subsidios desmedidos pueden ser una bomba de tiempo.
Petro debe dejar de escudarse en excusas y asumir la responsabilidad de los cambios profundos que el país necesita. Su gestión no ha generado soluciones efectivas para mejorar la seguridad, la economía y la cohesión social. Continuar con políticas de subsidios sin crear empleos reales solo nos llevará por el camino de la dependencia y el estancamiento.
Es hora de reconocer las fallas y actuar con verdadera determinación para cumplir las promesas que hizo a los colombianos, tenemos dos años más para generar un cambio verdadero, un cambio que por ejemplo tenga un impacto en la caficultura. Presidente, tomémonos un café por Colombia, por el Huila, y por el trabajo de un gremio que impulsa el desarrollo de un país.
