La mayoría de los medios de comunicación de Colombia y algunos del ámbito internacional observan con preocupación el avance de los jinetes del apocalipsis que están cabalgando a favor de una crisis futura de la economía colombiana. No queremos generar pánico con estos comentarios. Simplemente el análisis real de los indicadores económicos, reflejan la improvisación del accionar gubernamental porque las medidas adoptadas durante los primeros 90 días del mandato presidencial de Gustavo Petro, están generando incertidumbre en los mercados de capitales y en el sector empresarial del país. Se han conjugado tres factores que preocupan a estos actores fundamentales que la mayoría de la población conoce: la devaluación acelerada, una inflación sin control, y un gobierno con ideas radicales, que desbordan cualquier capacidad financiera para desarrollar su plan de gobierno.
Los resultados del índice de precios al consumidor (IPC) de octubre, recientemente publicados por el Dane, ratificaron lo que los analistas del mercado esperaban: la continuación de la disparada de la inflación. Cúcuta encabeza el alza de precios en el año, con una variación del IPC de 15,62%; seguido de Santa Marta, con 15.28% y Valledupar (15,16%). La inflación de octubre llegó a 0,72%, impulsada por el crecimiento continuo de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas. De esta manera, la inflación en el año corrido llegó a 10,86% y la anual a 12,22%, encareciendo el costo de vida. Esta cifra es de nuevo superior a la que esperaba el mercado, que consideraba un promedio de 12,19% para el décimo mes del año. Y el dato es el más alto desde marzo de 1999, cuando la inflación anual llegó a una cifra de 13,51%.
En total fueron 13 ciudades las que tuvieron una variación de precios por encima del total nacional de 0,72%. Por el lado contrario, 10 dominios geográficos están por debajo de ese dato y las ciudades con la variación más baja fueron Riohacha, con 0,57%; Popayán con 0,56%, y Bucaramanga, con 0,29%. Esta ola inflacionaria, de precios altos, es global, los bancos centrales de todo el mundo han seguido la misma receta de elevar sus tasas de interés con el mismo objetivo de sacar dinero circulante al mercado, desatando un efecto aspirador de dólares hacia economías más fuertes que generen grandes rentabilidades en un momento de mucha incertidumbre global. Resultado: Un dólar que superó la barrera de los $5.000, que contribuye a encarecer todo, por la importación de bienes y servicios.
Lo anterior, se une con la temporada invernal que está ocasionando la destrucción de amplias zonas agrícolas, afectando la producción de alimentos en el país. Los daños en la infraestructura productiva son cuantiosos y la respuesta gubernamental se encuentra desbordada, porque no existen los suficientes recursos para atender esta tragedia invernal.
