Por: Alain Perdomo Herrera
Al estar frente al teclado dispuesto a escribir esta columna, ya sabemos cuál es el presidente electo que regirá en los próximos cuatro años, hecho notorio que ha servido para que nuestra condición humana realice todo tipo de juicios, y no es para menos, siempre vivimos a la expectativa sobre los diferentes acontecimientos cotidianos, como son los deportivos, la farándula, la economía, el medio ambiente, la religión y por supuesto la política.
Esta última, es un espacio abierto en donde todos opinamos y afirmamos tener la razón, como cuando observamos un partido de futbol y todos nos creemos técnicos, o en una carrera de ciclismo en la cual nos atribuimos la autoridad de decir que era en esa cuesta en donde debió escapar nuestro compatriota ciclista, basta citar que nuestros pensamientos y sentimientos son frágiles y podemos ser vulnerables al ser acusados por un cometario político que no se quiere escuchar.
Es por ello, que el llamado a la cordura es a partir de ahora cuando comenzamos una nueva experiencia social, la cual será una tarea larga y compleja para cualquier dirigente, en el entendido que son diversos los factores sociales que están por satisfacer, vale la pena entonces reflexionar sobre la realidad que estamos viviendo de la cual somos herederos de nuestros propios errores o aciertos del pasado, que harán parte de nuestro futuro.
La idea no es empezar a desafiar las instituciones, ni desacatar decisiones administrativas, todo lo contrario, dentro del marco de los recursos judiciales establecidos en nuestro ordenamiento jurídico, teniendo el deber de ajustarnos al estado de derecho para proteger la legalidad, y no sembrar discursos en los cuales la fuente principal sea el odio; es por ello que debemos dar el primer paso que consiste en pensar, que la única forma de solucionar los problemas sociales es el consenso y el disenso, de lo contario seguiremos en el mismo sitio o en el peor de los casos retrocedemos, si seguimos creyendo que los problemas sociales que nos aquejan los podemos solucionar desde la individualidad con la fórmula mágica que cada uno crea conveniente, en ese sentido, seguiremos como un corcho en un remolino, sin rumbo alguno como la canción de Tito Nieves.
Se nos hace una eternidad llevar más de cincuenta años de conflicto, estamos a tiempo de trabajar en equipo, sin contaminar a los demás o mejor influenciarlas con rasgos de fe, de corrientes o ideales políticas, o del equipo de futbol preferido, sino que cada uno de nosotros sin despojarnos de nuestra identidad podamos entender a quién piensa diferente, para ello podemos tomar muchos ejemplos que la naturaleza humana nos provee y que nos pueden servir de modelo, como el proceso de paz en Sudáfrica que se liberó del apartheid impuesto por una minoría Inglesa, liderado por Nelson Mandela y el arzobispo Desmond Tutu, gestores de lo que hoy conocemos como el informe de la comisión de la verdad; otro buen ejemplo es el proceso Irlandés que duró más de quinientos años en entender que el mejor camino era el dialogo, la cordialidad y la fraternidad entre católicos y protestantes, hoy en día Belfast capital de Irlanda del Norte abre sus puertas a todo los pueblos que quieran aprender de su proceso, y por qué no hablar de Islandia que sin mayores recursos han dado un gran ejemplo de vida en sociedad después de ser desahuciados por la sociedad Danesa de la cual dependieron por mucho tiempo.
El futuro no existe, se construye desde el presente, con el aprendizaje del pasado, empecemos ya.
