Diario del Huila

El ‘infierno’ que desata el bóxer

Mar 25, 2023

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En una problemática muy poco tratada por la Administración Municipal a través de sus diferentes dependencias se ha convertido el consumo de sustancias inhalantes entre niños, jóvenes y habitantes de la calle, quienes encuentran en el bóxer una salida rápida y económica a sus adicciones.

DIARIO DEL HUILA, ESPECIALES

Por: María Camila Mosquera M.

Como un fenómeno aparentemente invisible para las Administraciones Municipales, se van incrementando a diario las cifras de consumo de inhalantes en habitantes de la calle, quienes, cegados por su adicción, serían capaces de hacer lo que sea por obtener su siguiente tarro de bóxer.

En un recorrido realizado, pudimos evidenciar el alto índice de consumo de inhalantes que se registra en la capital opita.

Dicha sustancia creada para adherir superficies, cueros, madera y otros objetos, se convirtió en el pase directo de niños, jóvenes y adultos en las calles para escapar de la realidad, que a diario deben vivir. Su bajo costo, su fácil adquisición, la duración de su efecto y sobre el hecho de que no está prohibida su compra, ha convertido el bóxer en uno las sustancias psicoactivas más consumidas, además de ser la iniciación en el mundo de las drogas para muchos niños.

Nuestra investigación abarcó toda la Avenida Circunvalar, comenzando por inmediaciones del sector del monumento de La Gaitana, lugar que inicialmente fue creado para que turistas y propios pudieran disfrutar desde la ribera del río Magdalena del hermoso paisaje, pero que también sirve de ‘hogar’ para habitantes de calle.

El lugar se encuentra invadido de basuras, desechos humanos y el olor es bastante fétido, allí encontramos un grupo de tres habitantes de la calle, quienes trataron de esquivarnos.

Uno de ellos es Diego Alejandro Guevara Jaramillo, se nos acercó para saludarnos, al preguntársele que hacía en el lugar, este señaló en medio de risas que ya le hacía falta un ‘duchazo’, la verdad no mentía sobre ello.

Estando allí decidimos conocer un poco más sobre su historia, por lo que nos contó que tiene 40 años de edad y es procedente de Sevilla (Valle) y que desde hace10 años vive en la calle.

Además, nos relató que desde muy joven ayudaba a su padre con los oficios del campo, por lo que, al cumplir la mayoría de edad, decidió tomar su rumbo.

“Yo viajaba por todo Colombia, me iba de cosecha en cosecha, donde necesitaran recolectores de café, allá llegaba yo. Ese oficio es duro, las jornadas son largas, en algunas zonas dependiendo del clima hacen que la labor se le haga más pesada a uno. Yo veía que otros compañeros fumaban marihuana, así se quitaban el cansancio y sobre todo el hambre. Entonces la probé, empecé solo consumiendo cuando trabajaba, pero luego se me volvió una costumbre”, relató Diego.

Al departamento del Huila, llegó hace 3 años, pues dice que las autoridades locales de algunas ciudades, ordenan que los habitantes de las calles sean trasladados a otras ciudades.

“Yo estaba en Cali, un día llegaron con un camión, me obligaron a subirme, así fue con varias personas. En cada ciudad iban dejando un grupo de personas. A mí me dejaron tirada antes del peaje para entrar a Neiva”, explicó.

Desde entonces las calles de la capital opita han sido su refugio, pues dice que Neiva es un buen vividero para ellos.

“Acá la gente le da a uno comida, el clima es favorable, uno puede reciclar y así tener para comprar lo de uno”, explicó

Al preguntársele sobre sus adiciones a la droga, confesó que la situación lo ha llevado a consumir bóxer, pues es más económico y le rinde más.

“Yo por lo menos le ‘pego’ al bóxer, aunque lo he ido dejando, porque llega un tiempo en que uno se empieza sentir mal. Uno se puede meter en el día unos 2 o 3 tarros de cuatro mil pesos. El bóxer le desata a uno el infierno”, contó Guevara Jaramillo.

Las sustancias inhalantes tienen gran aceptación entre los habitantes de la calle ya que inhiben la sensación de hambre -la marihuana, en cambio, estimula el apetito-, su bajo costo y a que no es delito portar un frasco de pegante. Lo venden en cualquier esquina y dura mucho más que un cigarrillo de marihuana o de bazuco.

El ‘chirrinchis’ la llevó al pegante

Continuando el recorrido por el sector del puerto de Las Damas, nos topamos con Omaira Elena Rodríguez, de 43 años de edad y progenitora de cinco hijos, quienes desconocen el estado deplorable en el que se encuentra actualmente. Con una gran sonrisa y acento paisa marcado, Omaira nos indica que le gustaría escribir un libro sobre su vida, pues en los 20 años que lleva como habitante de la calle ha tenido muchas vivencias, por lo que decidió contarnos una pequeña parte de ella.

“Mi mamá me echó de la casa cuando yo tenía 16 años, todo porque ella siempre prefirió a mi hermana mayor. Yo peleaba mucho con ella, me escapaba del colegio y empecé a coger malas mañas. Yo me fui con la poquita ropa que me dejaron llevar, a los 18 ya tenía esposo, tuve cinco hijos, dos mujeres y tres varones”, relató la mujer.

Recordó además que, al morir su compañero sentimental, cayó en una profunda depresión que la llevó a ingerir demasiado alcohol.

“Era tanto mi desespero, mi tristeza que empecé a tomar mucho trago. Mis hijos ya estaban grandes, todos ya tenían sus familias, mientras que yo me había quedado sola. Dejé de trabajar y empecé a vender o empeñar los electrodomésticos de la casa, para poder tomar, después de un tiempo ya no tenía nada. No podía pagar el arriendo, no tenía nada que vender, ni mucho menos quien me fuera a prestar plata, entonces la calle se volvió mi hogar”, indicó Omaira.

El deseo de esconder sus penas y tristezas en el licor, llevaron a Rodríguez Cantilla a ingerir alcohol etílico, el cual mezclaba con un sobre de Frutiño o gaseosa en bolsa, que también es conocido popularmente como ‘chirrinchis’.

“Yo tomo alcohol etílico, cuando tengo forma lo mezclo con algún endulzante, pero si no hay plata toca puro, igual causa el mismo efecto”, explicó la mujer.

Además, señaló que, al estar en la calle, ha llegado a probar algunas drogas como la marihuana y el bazuco, pero que le resulta más costoso ese vicio, que el de beber alcohol.

Indagando cifras sobre la incidencia del consumo de este tipo de sustancias, en Colombia no existen estudios que permitan hacer un diagnóstico real de la situación. Estimativos hablan de medio millón de personas adictas al bóxer, casi todas en las principales ciudades del país.

Un censo piloto y el único con el propósito sobre este tipo de sustancia, fue realizado a finales de 1997, entre 3.825 habitantes de la calle, este registró que, el pegante ocupa el tercer lugar de preferencia en cuanto a adicción (20.74%), después del bazuco (48.76%) y la marihuana (38.95%). Como en el estudio hubo personas con varias adicciones, la suma de los porcentajes fue superior al 100 por ciento. Los hombres consumen más pegante frente a las mujeres en una proporción de 3 a 1; y 14 años es la edad promedio de edad en el que el consumo es más frecuente.

En el camino pudimos observar como varias personas de la calle y hasta mujeres dedicadas a la prostitución se reúnen en las riberas del río Magdalena para compartir un tarro de bóxer, sin embargo, al notar la presencia de las autoridades prefieren irse del lugar, pese a que el consumo de inhalantes no es un delito contemplado por la ley, estos evitan que les incauten su ‘droga’.

De las ‘Águilas Negras’ a la calle

Al adentrarnos hasta la parte baja del puente ‘torcido’, nos encontramos a Hugo Armando Díaz Méndez, un hombre de 33 años de edad, nacido en el municipio de Palermo y quien se desmovilizó del bloque ‘Calima’ de las Águilas de Negras, de Puerto Boyacá.

Él llegó a Neiva hace aproximadamente 9 años, de los cuales seis los pasó en la cárcel de Rivera purgando una condena por delitos como hurto, homicidio, tráfico de armas, tráfico de estupefacientes y otros tantos, por lo cuales inicialmente un Juez lo había condenado a 38 años de prisión, sin embargo, esta quedó reducida a tan solo 6 años, tras acogerse a varios acuerdos.

Hoy en día la Avenida Circunvalar se ha convertido en su hogar y su refugio, pues dice sentirse cómodo allí, lejos de la indiferencia social. Para sobrevivir, Hugo Armando, dice que tuvo que aprender a trabajar, como parte de su proceso de reconciliación consigo mismo, decidió no volver a robar.

“No me gusta robar, reconozco que en el pasado fui una gran rata. He aprendido mucho de la vida, sé que todo no es robar, si usted es un consumidor o lo que sea, trabaje y consígase las cosas. Yo trabajo reciclando, cargó bultos en la Plaza, le consigo leña a los restaurantes del río, así me consigo el dinero para lo que necesite”, explicó.

Al preguntársele porque terminó en la calle, señaló que todo se debe a una decepción amorosa, “todo fue por una mujer, que es la mamá de mi hija. Un día la vi que andaba con un tipo y yo ya estaba dejando mí pasado atrás, el único refugio que encontré fue en la marihuana”, recordó Días Méndez.

Sin embargo, cada vez le era más difícil conseguir el dinero para calmar su ansiedad con un ‘plon’ de marihuana, por lo que recurrió al bazuco, un alucinógeno mucho más económico. Pero finalmente terminó ‘metiendo’ bóxer.

“Cuando uno se deja llevar de las drogas, va perdiendo su integridad como ser humano. Lo que importa es saciar esa necesidad como sea y con lo que sea. Cuando ya no conseguía para el bazuco, entonces comencé a comprar bóxer, tenía el mismo precio de una ‘bicha’ y me rendía más”, indicó Hugo Armando.

Pero la sensación que le produjo el inhalar bóxer, la describe como la chispa para desatar el ‘infierno’, ya que dice que dicha sustancia les nubla la mente, les aumenta los latidos del corazón, les genera mayor adrenalina y por ende les da un mayor impulso para hacer lo que quieran.

“Cuando uno se ‘engalocha’ se olvida hasta de quien es, uno queda ciego totalmente y eso le da fuerzas a uno para hacer las cosas sin mente, todo para conseguir plata para el siguiente tarro. Eso es como un viaje, si usted se deja llevar, va hacer todo lo posible para conseguir, lo del otro tarro de pegante. Usted puede robar, apuñalar y puede matar a alguien, sin ser consiente de lo que hace”, manifestó el habitante de la calle.

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