Diario del Huila

El monstruo de siete cabezas

Jul 20, 2022

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Froilán Casas, obispo de Neiva

¿Saben cuál es? Se ha vuelto tan común afirmarlo que ya no tiene impacto; pareciera que ya no hay conciencia moral. Es como cuando, por fuerza mayor, nos acostumbramos a un olor fétido, si no hay remedio, nos toca acostumbrarnos a él. Es lugar común que la Corrupción es el peor cáncer social; ha invadido todas las esferas. Lo más grave es que nos hemos familiarizado con ella. Se afirmaba y se gritaba de un candidato a la presidencia en -“época de bárbaras naciones”-: Delincuente o no delincuente PEPITO presidente. ¡Qué horror!, ¿a dónde hemos llegado? El libro Santo nos dice que lo más grave de la conducta moral es cuando “al mal se le llama bien, y al bien mal: que dan oscuridad por luz y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo” Is 5, 20. En las conversaciones callejeras se afirma: no dé papaya, pero aproveche cuanta le den. ¡Qué cinismo moral!  De algún gobernante que roba se dice olímpicamente: roba, pero hace obras. ¡Qué descaro moral! Definitivamente, estamos en la más terrible trasmutación de los valores. Cuántos llegan a los cargos de poder con hambre atrasada, cuando llegan al mismo quieren la artesa llena y la devoran como buitres. En teoría, en nuestra patria se ha combatido la corrupción en el manejo del erario. Se le han venido aplicando a las tres ramas del Poder Público, las llamadas “ÍAS”, a saber, Contraloría, Fiscalía, Procuraduría, y bien, evaluemos. Todo lo que se invierte en esas gigantescas plantas burocráticas, pagadas por quienes trabajamos de sol a sol y pagamos impuestos, ¿de qué han servido? La meta es llegar a cero corrupción; por favor, no se trata de bajar los índices de corrupción. La corrupción ha hecho metástasis en todos los organismos del Estado. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? Y, ¿quién tiene autoridad moral para hacerlo? ¡Pobre nuestro país, tan rico y tan pobre! En el colectivo cultural se ve una especie de convivencia con la corrupción: nos callan con un mendrugo de pan y nos conformarnos para no dejarnos morir de hambre. El secreto de la prosperidad económica de países como Japón, Corea del Sur, Singapur, es que han combatido la corrupción hasta llegar a cero. Han sido exigentes en el cuidado de la cosa pública. En el colectivo social aparece un rechazo a quien es corrupto. En general hay cero tolerancia frente a este flagelo. Entre nosotros, la condescendencia con la misma ha sido el peor lastre social. Excúseme, amigo lector, preguntarle y preguntarme: ¿Por qué el Evangelio no ha permeado la conducta moral de los colombianos? Por favor, para cuestionarnos los cristianos, ¿qué Evangelio estamos enseñando? En Japón los cristianos somos una ínfima minoría. ¿Qué ha hecho tan delicada la conciencia moral de los japoneses? Debemos preguntarnos: ¿qué educación estamos recibiendo en la familia, en la escuela? ¡Ah! Pero si tenemos una Constitución que solo habla de derechos. Yo fui formado en la cultura de los deberes y estos mismos me exigían respetar los derechos de los otros. ¡Ah, en nombre de los derechos se cometen tantas bestialidades!

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