Diario del Huila

El Salvador del mundo monta un burro

Abr 11, 2022

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Por: Gerardo Aldana García

Por estos días de semana santa es muy común ver imágenes que recrean al Jesús de Nazaret montando un burro. El mundo cristiano que, con cerca de dos mil cuatrocientos millones de adeptos representa el 32% de la población mundial, encuentra en esta escena del modesto jinete sobre la bestia asnal, varias lecturas que inspiran a sus devotos. Y no es cosa de desestimar que un enorme conquistador de la colosal causa: salvar al mundo del pecado, según los cristianos, se haya valido de este medio de transporte para entrar triunfante a la ciudad de Jerusalén, el lugar del pueblo elegido. Cervantes enseñó que, un flaco y deslucido corcel como Rocinante, venido a menos desde sus mejores momentos de lozanía, sirviese al Caballero de La Mancha como su medio de movilización desde el cual podía apreciar el drama de los pueblos, de su gente. En la relativa ingenuidad de este caballero escudado por Sancho, se advierten mensajes de muy importante valoración para interpretar dinámicas de la vida que de forma ligera resultar difícil de lograr, por ejemplo, en el pasaje cuando Sancho dice: Señor, los perros ladran, a lo que contesta Don Quijote: Sancho, dejad que los perros ladren, es señal de que cabalgamos. No es del caso entrar a discernir sobre las imágenes y lecturas de este pasaje, pero si es lógico que está lleno de significados de valor para el humano. En cambio, conviene retomar al jinete de Jerusalén. Para muchos cristianos la imagen de Jesús sobre el discreto borriquillo, tiene claramente el símbolo de la humildad; un rey que pese a tener todas riquezas atesoradas en el cielo, se despoja de cualquier tipo de orgullo o vanidad y se muestra así, desnudo de materialidad puesto que su mundo real es un paraíso junto a su padre en los cielos. En otra de las interpretaciones cristianas desde enfoques gnósticos que se remontan incluso a tiempos precristianos, en sectas que buscan el encuentro con el dios universal desde la particularidad del ser de cada uno, en una comunicación directa entre el individuo y el ser supremo, sin intermediación de santos, papas o maestros, se asocia al borriquillo con la mente. Una mente que requiere ser montada, dominada por aquel buscador del sendero espiritual que realmente quiere desligarse, como dice Facundo Cabral, del intelecto y sus trampas. La mente, desde este enfoque representa un claro obstáculo para lograr la liberación de las ataduras que mantienen preso al ser humano a las vicisitudes de este mundo, centrándolo en las causas perecederas como la conquista de títulos y tierras, de autos y belleza física, de poder, etc., perdiendo con ello la más valiosa de las conquistas: el mundo del espíritu inmortal.

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