Por: José Eliseo Baicué Peña
La democracia participativa permite que cada ciudadano opine y se organice en partidos, que pueda convertir sus programas en leyes, que a su turno sean permanentes y no cambien con el gobierno de turno o de la organización política que controle el poder.
De ahí, que se entienda que los problemas inherentes a la pobreza, inequidad y corrupción no sólo son consustánciales a las democracias, sino también a regimenes fundamentalistas e incluso a los totalitarios.
Por ello, el no entender que el problema es de cultura y no de sistema político lleva a ciertos gobernantes a pensar que basta la intención de propuestas electorales que se basan en evidentes sobre-diagnósticos: la necesidad de romper con los vicios electorales, los micro-poderes y las relaciones de presión que se forman entre los hacedores de leyes y la burocracia estatal.
Desde este panorama es que las propuestas electorales caen en el vicio del señalamiento, de la calumnia, del resentimiento y de los rencores personales; dejando a un lado el compromiso que deberían tener con la sociedad que los elige. Las propuestas sobre salud, pobreza, educación, economía, desigualdad o productividad son muy generales, a veces ambiguas.
En consecuencia, las propuestas sobre educación son mínimas o mezquinas, por lo menos, en términos presupuestales. Se privilegian las fuerzas militares y el armamentismo, y muchas veces megaobras de cemento.
Por ejemplo, la educación superior debe ser prioritaria para cualquier gobierno, debe ocupar un lugar de liderazgo, de tal manera que se vuelva política de estado. Pues sin ella, no será posible vencer la desocupación, ni se podrá lograr un desarrollo económico y social, mucho menos seremos eficaces en la lucha contra la desigualdad, la inequidad, la corrupción.
Las evidencias son grandes, y las experiencias positivas de países que invirtieron un buen porcentaje de su PIB en educación, ciencia y tecnología, hoy llevan la delantera en desarrollo y progreso.
Ojalá, el nuevo gobierno desarrolle importantes programas y proyectos en esta dirección, pues, las futuras luchas ya no serán por la tierra y los materiales, sino, que se librarán desde la base del conocimiento y el saber. Avanzamos hacia la economía de la inteligencia.
