Los cambios que ha traído consigo la pandemia ha hecho que todos nos replanteemos muchos aspectos de nuestras vidas. Así, por ejemplo, muchas empresas corroboraron, así sea forzadamente, que un gran grueso de su actividad puede ser desarrollado remotamente, sin que la empresa colapse, llevando a que por fin se estrenara la normatividad en materia de teletrabajo. En materia de emprendimiento, muchas personas descubrieron habilidades comerciales y empresariales que tuvieron “dormidas” por muchos años y que fueron “despertadas” a causa de despidos o cambios intempestivos en sus vidas laborales.
Es en la educación, en sus diferentes niveles, que considero que han hecho falta verdaderas reflexiones y cambios respecto del futuro de nuestros estudiantes. Dejando de lado la falta de contundencia que han tenido las estrategias de virtualización de las actividades escolares apoyando el proceso. De igual forma considero que las entidades educativas y nosotros como padres de familia, debemos preocuparnos más por preparar a nuestros jóvenes a encontrar su verdadera vocación en la vida, bajándole a la obsesión por la preparación para las pruebas de estado. Esto haría posible que los jóvenes escojan carreras que de verdad se identifiquen y conecten con ellos, aumentando la calidad de nuestros profesionales y disminuyendo los índices de deserción universitaria por insatisfacción en la carrera.
En lo que respecta a educación superior, opino que las universidades tienen que dejar de ser unas “máquinas de emisión de títulos”, para convertirse en verdaderas protagonistas de la vida productiva, económica y social de las regiones y del país. En este sentido, las instituciones de educación superior podrían apostarles a cambios como la intervención en la oferta de profesionales. Intervención en dos sentidos: a. En el estudio continuo de la demanda de profesionales, con el fin de determinar qué carreras presentan sobreoferta (como es el caso de los abogados, administradores de empresas, contadores) y cuáles requieren una inyección de profesionales (como ocurre actualmente con las carreras afines a la tecnología de información); y b. Estimulando o desestimulando el estudio de ciertas carreras, ajustando su portafolio de oferta académica, así como con tarifas especiales en las matrículas.
Otro de los aspectos a mejorar, es el grado de interacción que tienen las universidades y sus profesionales, con las estrategias regionales de desarrollo y con las apuestas productivas de los departamentos en las que estas tienen presencia. Mientras las universidades sigan desarticuladas de las necesidades del medio donde interactúan difícilmente lograremos desarrollo sostenible.
