Diario del Huila

Escazú, nuevos retos de nuestra era

Oct 20, 2022

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Por Alain Perdomo Herrera

perdomoalain3@gmail.com

Con bombos y platillos se anunció por parte del Congreso de la República, el pasado 10 de octubre la ratificación de los acuerdos de Escazú, hecho que se venía dando desde la pasada legislatura, quedando solo a la espera de la sanción presidencial y la revisión por parte de la Corte Constitucional para que entre en vigencia, ¿pero que se sabe de ello? Escazú es la sigla que se la ha dado al acuerdo regional sobre el acceso a la información, participación pública y acceso a la justicia en asuntos ambientales para américa latina y el caribe, firmado desde el 4 de marzo de 2018 en Costa Rica por 24 países incluido Colombia, pero que se encontraba en espera de su ratificación por parte del legislador. El documento plantea algunos objetivos para la protección del medioambiente, entre otros, garantizar el acceso a la información ambiental, la justicia en asuntos ambientales, la participación pública en las decisiones en esa materia, el fortalecimiento de las capacidades y la cooperación en la protección de los derechos de cada persona, de las generaciones presentes y futuras a vivir en un ambiente sano y un desarrollo sostenible.  Hasta ahí suena bonito, se espera que supere además de lo antes dicho, que se realice la respectiva reglamentación por parte del ejecutivo, las asignaciones presupuestales y la ejecución que deberá estar a cargo del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible.

Al hablar de estos temas ambientales, por supuesto tiene su génesis en el impacto que se está viviendo por el calentamiento global, lo cual representa un reto colosal, es un desafío a nuestra imaginación, resulta difícil dimensionar la escala del sistema de interacciones que nuestros hábitos provocan en el planeta, igualmente resulta difícil de entender el desarrollo insostenible en cual se alimenta la explotación de la naturaleza, aumentando la complejidad.

Planteado el problema, se deberá comenzar a unir todas las piezas que nos ayuden a entender el tamaño de nuestro impacto, y la variedad de soluciones que comiencen a fluir. El principal, considero, hablo en primera persona, es pensarnos como especie; partiendo de esa premisa, somos innumerables especies animales en este planeta y las aparentes diferencias, no son nada dentro de la gran escala de la vida.

El cambio climático es una oportunidad, dado que exige de nuestra parte empezar a dejar líneas trazadas, frente a los ácidos debates sobre la construcción de una identidad para llegar a pensar en la humanidad como conjunto, suena utópico, pero de la misma manera como tenemos a los derechos humanos como un imaginario colectivo, también el cambio climático demanda que pensemos como un todo, sin diferencias, porque las consecuencias las vamos a vivir todos por igual.

Valga como ejemplo, los océanos cumplen el papel de estabilizadores del clima del planeta a través de sus corrientes, generando vapor para que existan las nubes que se convierten en lluvias, el hielo es fundamental en los polos porque refleja el calor del sol, por eso es blanco y brilla de manera descomunal porque rechaza parte de la energía solar, estos y otros sistemas se encuentran estrechamente relacionados y su escala de acción es en todo el planeta, no se suscribe a una región determinada, ni mucho menos a un estado determinado, lo que sucede en una región del planeta, afecta igualmente a todos los demás.     

Sin ir más lejos, la generalización del consumo a gran escala, y la estimulación por la compra de objetos aparece el fenómeno industrial “obsolescencia programada”, que hace que los dispositivos electrónicos tengan una vida limitada, para comprar una nueva versión, las cosas son diseñadas a propósito para que se destruyan y así podamos adquirir una nueva generación; este modelo de vida se ha extendido por todo el planeta y se volvió una medida según la cual se mide el desarrollo de los países.

En resumidas cuentas, que el acuerdo de Escazú, permita comenzar a trabajar desde la región, tratando de ajustarnos a los modelos económicos que nos absorbieron encontrándonos hoy en día en una sociedad de consumo, derivadas de las teorías del estado benefactor y el Keynesianismo que plantea “la  demanda del mercado, el gasto de los hogares, las empresas y el gobierno como el motor más importante de una economía”, consagrando el nivel de vida para las sociedades occidentales, y por eso se consideran desarrolladas, convirtiéndose en el modelo de vida del planeta sin importar la protección del medioambiente y menos importarles el fenómeno del calentamiento global.

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