Por: Carlos Tobar
Empiezo por pedir excusas a mis amables lectores por mi ausencia involuntaria durante las dos últimas semanas pero una fuerte gripe sampedrera me sacó de circulación.
Los gobiernos de los países en desarrollo, como el nuestro, están cruzando los dedos ante la eventual crisis de deuda que se vislumbra en el horizonte. Hay hechos cumplidos como la fuerte inflación que los afecta, inducida mayoritariamente por fenómenos externos: incremento de costos de insumos para la industria, los alimentos y la energía. O los fuertes ajustes de la tasa de cambio que en el caso de Colombia ha alcanzado incrementos en la devaluación del peso frente al dólar, superiores al 14% en pocos días.
Esos hechos afectan en primer lugar el costo de vida, como quiera que el componente de productos importados para el consumo interno de la economía superan el 30% del volumen total, una cantidad importante que impacta en los costos cotidianos de los consumidores colombianos.
Pero, tal vez el impacto más importante se siente en el componente de la deuda externa pública y privada que ya supera los 175.000 millones de dólares. Un compromiso muy grande que para el caso del presupuesto nacional compromete cerca del 25% del total.
¿Por qué es preocupante? Por dos factores que, sumados pueden multiplicar los compromisos de los deudores privados y del gobierno: el alza en las tasas de interés del Banco de Reserva Federal de los EE.UU. (Fed por sus siglas en inglés), y la fuerte devaluación de nuestra moneda frente al dólar que nos obliga a dedicar al pago más pesos por cada dólar de deuda.
Las alzas de las tasas de interés de la Fed, golpea directamente el componente de deuda por el incremento del valor de los intereses y los abonos a capital que tendremos que hacer. Eso podría multiplicar el valor de los compromisos en una proporción tal que afectaría fuertemente los recursos del presupuesto nacional dedicados a la inversión y la atención de las crecientes necesidades sociales de la población.
Además, hay otro factor que preocupa a los países en desarrollo. La amenaza de una recesión mundial que disminuiría no solo el volumen del comercio, sino que por el fortalecimiento de la moneda mundial, el dólar, podría inducir una corrida masiva de capitales hacia esa moneda buscando seguridad.
El retiro masivo de capitales afectaría principalmente a los mercados de los países en desarrollo, fuertemente endeudados, como explicamos arriba y, con economías frágiles.
El problema no es menor. A él nos enfrentaremos en los meses y años por venir de seguir la tendencia económica que se ha descrito.
Serán tiempos de apretar la correa.
