Diario del Huila

Exigencias para ser discípulos de Cristo

Sep 3, 2022

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La columna de Toño

Por el Padre Toño Parra Segura

padremanuelantonio@hotmail.com

En el domingo anterior Jesús exigía dos actitudes para pertenecer al Reino de Dios: la humildad y la gratuidad en la caridad.

En este Domingo 23 del tiempo ordinario, siguiendo el Evangelio de San Lucas, propone a todos los que lo escuchaban dos condiciones indispensables para poder ser verdaderos seguidores y discípulos suyos.

Primero es necesario renunciar a todo, aún a la propia vida y segundo para acometer esa ardua empresa se necesita una decisión reflexiva y plenamente consciente para no fracasar en su seguimiento.

Jesucristo, a quien muchos llamaban “maestro “ supo cumplir con la tarea de educar a sus discípulos en los tres años de su vida pública, entendiendo por educación el enseñar a pensar a la gente, y por predicar el educar el corazón.

En nuestra vida solemos tomar las cosas a la ligera, “por las ramas”, superficialmente, sin bases, sin motivaciones profundas; hoy todo lo que exige esfuerzo, tesón, fidelidad y compromiso, lo dejamos a la primera ocasión.  

Somos buenos cristianos “por temporadas”, en Semana Santa, en la Semana por la Paz, en la recepción de los sacramentos, a la hora de la Misa y cuando hay peligros o desastres; ahí sacamos como un “salva-vidas” nuestras creencias para acudir a Dios. Hoy que muchos venden “minutos” bien baratos para Jesús no queda tiempo, ni siquiera el Domingo que es el “Día del Señor”.

Cuando el Señor tarda en escucharnos, cambiamos de religión, estamos dispuestos a rebautizarnos, a ir donde sea para que se cumplan nuestros deseos.

Jesús plantea muy sencillamente la condición primera para seguirlo hasta el final: estar resueltos a renunciar a todo, por el bien superior que Él nos propone.

La expresión semítica de San Lucas de este texto conserva la palabra “odiar”, no en el sentido común, sino el de “amar menos” o desdeñar, como se lee el pasaje paralelo de San Mateo. Primero está Cristo, después todos los demás afectos por puros y santos que sean; la raíz de la fidelidad es la disposición previa de posponer cualquier valor, cualquier bien y cualquier persona que se interponga entre las exigencias de Cristo y nosotros. Ya en otro pasaje también de Lucas no permite ni despedidas de la familia, ni siguiera el enterrar al padre. Ni las relaciones familiares, ni las posesiones (Lc. 14, 33) deben ser un obstáculo en el compromiso total del seguimiento. El más difícil de combatir es el amor a sí mismo, causa del egoísmo, de la arrogancia y del desprecio a quienes pueden ser mejores que nosotros. No me gusta mucho el término “cargar la cruz”, mejor sería  el “llevar o tomar”, porque no supone un peso adicional a las dificultades de la vida, sino un estilo de vivir lo cotidiano a la luz de las exigencias del reino, siguiendo las huellas de Jesús que nos dice: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”.

Para poder cumplir lo primero no por las propias fuerzas, sino con la ayuda de Jesús propone la segunda exigencia de reflexionar seriamente, de tener motivaciones profundas, para no andar jugando en la cuerda floja del mundo. La torre y la guerra, comparaciones de la parábola significan lo serio y el riesgo de decir “Sí” al Señor. Arriesgarse en toda empresa es el estudio de las fuerzas, de recursos y de mística para llevar a cabo lo que uno se propone, desde luego contando con la ayuda del mismo Jesús como lo dice Pablo: “todo lo puedo en aquel que me conforta”. Todas las infidelidades que tenemos y sentimos se deben a no estar atentos a aquello que nos comprometimos en la libertad de los hijos de Dios.

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