Diario del Huila

La columna de Toño

Jul 9, 2022

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Por P. Toño Parra Segura  padremanuelantonio@hotmail.com

San Lucas tiene la ventaja sobre los otros evangelistas de dramatizar de tal manera los acontecimientos que todos nos sentimos tomando parte activa en los hechos.

Sabemos que la palabra de Dios es para hoy, para cuestionarnos, para el cambio de actitudes.

La circunstancia es tomada de un hecho común en el camino que va de Jerusalén a Jericó, los atracos y heridos tirados medio muertos. Un letrado, doctor de la ley, sabiendo y con ganas de poner a prueba a Jesús,  le pregunta “qué debe hacer para salvarse”.

Él lo sabía de ante mano porque era doctor e intérprete de la Ley y se lo dice al Sr., pero para justificarse y no quedar tan mal ante Jesús: le añade en la segunda pregunta: y ¿quién es mi prójimo?

Nunca Jesús entra en definiciones y en teorías distintas a la realidad y a la proximidad con las personas, jamás definió lo que es el Reino, prefirió compararlo con cosas elementales: semilla, fermento, peces, joyas, tesoro escondido.

Como el letrado del Evangelio, los cristianos de hoy sabemos y definimos de memoria el mayor mandamiento de la Ley, necesario para alcanzar la vida eterna. Nos lo enseñaron en la casa, en el colegio, en el seminario, en los sermones largos.

Para el letrado sin embargo el problema era de “praxis cristiana”, ignoraba quién era su prójimo, a pesar de todo su conocimiento del Antiguo Testamento que estimaba como tal, al pariente, al amigo, al de la misma nación y religión.

Nosotros también restringimos la idea de prójimo al Antiguo Testamento, somos sectarios, amigos de roscas, con acepción de personas para aquellos que nos aplauden y no nos contradicen en nada. Cada vez nos gozamos en explicaciones y discusiones, que nadie entiende hacemos alarde de conocimientos con tono cada vez más elevado y en la práctica damos los mismos rodeos del sacerdote y del levita, que para no contaminarse con el samaritano pasaron de largo, porque tenían muchos oficios en el templo.

La actitud del samaritano, enemigo en todos los campos del herido es una consigna que nos debe hacer reflexionar con el cambio de actitudes cristianas. El samaritano no averigua nada, no juzga, no le da miedo contaminarse, le basta la necesidad de una persona desconocida y extraña.

Prójimo, dice Jesús al letrado es el que se acerca, el que respeta la persona, el que no se pierde en incisos legales para pretextos de distancia.

El sacerdote y el levita, eran ministros del culto, pero no fueron prójimos auténticos. Esos rodeos se dan con frecuencia, no queremos oír al otro, ni atender sus necesidades elementales; queremos imponer la ley, esa que según San Pablo no salva a nadie, mientras no lleve el ropaje amoroso de las obras y como lo nombra Santiago en el capítulo 2 versículo 14.

La orden es perentoria para el letrado y para nosotros: “Anda y haz tú lo mismo” es decir tomar a la persona que nos necesita en los hombros, sanarle sus heridas sin preguntar su nombre. Esto es praxis del amor, lo otro es vanidad, autosuficiencia y escándalo para los que quieren  ser discípulos de Jesús.

Los caminos de Colombia son peores que el que nos presenta el Evangelio de hoy, para toda clase de atropellos y de muerte, seguimos enfrascados en discusiones inútiles, no nos dejan acercar ni siquiera a los cadáveres de los seres queridos y seguimos buscando los rodeos de la falta de compromiso para evitar que se repitan estos hechos. Recordemos que la teoría sin la práctica no sirve de nada.

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