Diario del Huila

La increíble y triste historia de los camioneros colombianos

Abr 28, 2021

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En mi condición de «empleado cómodamente contratado» siempre había mirado con indiferencia a los camioneros del país. Como sucede con muchos oficios y profesiones, las necesidades y demandas de los otros nada o muy poco tienen que ver con las nuestras. Cada quien lucha por sus propios intereses, sobre todo en esta época donde la hiperindividualidad es la filosofía que todo lo cubre y abarca. Sálvese quien pueda, reza el adagio popular. Nadie se preocupa por nadie, nadie se inmuta ni protesta por las hambrunas o necesidades de sus contemporáneos.

La historia de los camioneros en Colombia es similar a la de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada: una vieja malvada que explota y mancilla a una muchacha de 14 años. La niña es obligada a prostituirse para así su abuela sacar provecho económico de su cuerpo. Con los camioneros del país ocurre algo potencialmente parecido y quiero que por un instante se pongan en su lugar y no en el de la abuela despiadada (ustedes como lectores decidirán quienes son los explotados y quiénes los explotadores).

Además del esfuerzo físico que significa conducir por más de 12 horas al día, el desgaste progresivo en las articulaciones, la espalda, la cadera, la columna, los camioneros gastan en ACPM la bobadita de 7.5 galones por kilómetro, es decir que en una «tanqueada» (un automóvil se come entre 120 y 150 mil pesos de gasolina corriente) un camionero gasta más de ochocientos mil pesos en puro combustible. Sumemos al desgaste físico del conductor, el desgaste natural de la tractomula: cada llanta oscila entre 800 mil y un millón y medio de pesos. Multiplique ese valor por veinte o veintidós ruedas. ¿Lleva la cuenta?

Sumemos a todos esos gastos el valor de los peajes y supongamos que jamás les han impuesto un comparendo por exceso de velocidad o mal parqueo. Cada mula paga un promedio de 50 a 70 mil pesos por peaje (¿cuántos atraviesa en un solo recorrido?).

A esto sume el famoso SOAT, el seguro contra todo riesgo, los impuestos departamentales o municipales, la afiliación a una empresa, la revisión técnico mecánica. No quiero hablar de cifras exactas, pero a propósito de reformas tributarias, ¿de qué manera ésta afectaría al gremio? Pero acá no termina la historia de la cándida Eréndira.

Además de todo lo enumerado líneas arriba, los camioneros comen, tienen sed y deben descansar. Sume a los gastos materiales los gastos de otra naturaleza. Los camioneros, igual que los aviadores, marineros, algunos militares, rara vez están en casa, pocas veces ven crecer a sus hijos, son, por convicción y voluntad, unos trashumantes sin brújula fija, argonautas de la posmodernidad y de los horizontes interminables de las autopistas.

El señor Mario Méndez Mieles tiene 45 años y es conductor de mula hace diez. Pese a su edad sufre ya de dolores crónicos en la espalda y en la cadera. Mario hace la ruta Cartagena -Buenaventura y puede demorar hasta diez días de ida vuelta. En ese tramo gasta entre 260 a 280 galones de ACPM. Si cada galón cuesta $8310 esto arrojaría un total de $2 273 700, solo en combustible. En el mismo tramo Mario debe atravesar veinte peajes. Sí, leyeron bien, veinte (20). Muchos de esos peajes oscilan entre los $64 100 (La Apartada) y los $42 900 (Betania). El costo total de los veinte peajes arrojan la «irrisoria suma» —precio de huevo Carrasquilla (?)— de $868 100.

Luego de esta increíble y triste historia de los camioneros colombianos uno no puede ser indiferente ante esa abuela despiadada y desalmada. ¿No debería el estado colombiano (como sucede en otros lugares del mundo) estimular e incentivar el transporte de carga? ¿No se supone que por las carreteras colombianas es que se mueve —a paso de mula— la economía nacional? Debemos entender que las grandes cosas solo se mueven gracias al movimiento de las cosas pequeñas y que los piñones más «diminutos» son responsables de que el motor funcione. Gracias a esos piñones se mueve el comercio, se engrana nuestra economía. La situación de los camioneros nos afecta o nos beneficia a todos.

De seguir así las cosas podríamos parafrasear aquel poema adjudicado al gran escritor y dramaturgo alemán Bertolt Brecht (el texto realmente es del pastor protestante Martin Niemöller (1892-1984):

«Primero se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó porque yo no lo era.
Luego arrestaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Más adelante detuvieron a los obreros,
pero como no era obrero, tampoco me importó.
Luego detuvieron a los estudiantes,
pero como yo no era estudiante, tampoco me importó.
Finalmente detuvieron a los curas,
pero como yo no era religioso, tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde».

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