Estamos atravesando por un período lluvioso especialmente fuerte. En la práctica, en esta región, llevamos “viendo llover” un año largo. Que yo recuerde no se había presentado un fenómeno así en mí ya larga vida.
Los desastres ambientales están al orden del día. Con ellos los sufrimientos de miles de huilenses. Se han perdido vías principales y secundarias, acueductos, cultivos, semovientes, vehículos.
La principal ruta vial, la vía 45 apenas sobrevive a los desastres ambientales, suspendiendo, por ahora, parcialmente el tránsito de personas y mercancías. No más la semana pasada, una creciente fuerte del río Arenoso, colapsó la batea que daba paso a ese punto crítico donde en el pasado se averió seriamente el puente principal.
De las vías terciarias ni hablemos. Casi que no hay un municipio que no esté sufriendo por el deterioro creciente de unas vías que fueron abandonadas “a la suerte de Dios”, hace 25 años.
Los efectos sobre la vida de las gentes que dependen de ellas para su movilidad, son catastróficos. Las pérdidas en tiempo y recursos son incalculables.
La pregunta que nos hacemos es: ¿dónde están las medidas de mitigación y adaptación que las autoridades correspondientes han diseñado para afrontar un fenómeno climático tan agudo como la ola invernal?
Por ejemplo: desde hace muchos años la Cam –Corporación Autónoma del Alto Magdalena– anunció con bombos y platillos que había elaborado un estudio para enfrentar el cambio climático: Huila 2050. Estamos en el año 2022, los estragos ambientales se suceden a lo largo y ancho del departamento, y las medidas de mitigación y adaptación no se ven.
El gobierno departamental y los gobiernos municipales, sin recursos y sin planes para enfrentar calamidades ambientales, se limitan a reaccionar, de manera tímida y suplicante, solicitando al gobierno nacional que les envíe ayuda para atender, por lo menos, a los afectados directos.
El gobierno nacional parece que anda en las mismas. Sin ni siquiera un diagnóstico básico, cuando llevamos por lo menos desde 2011 dos o tres olas invernales parecidas. Mucho menos unos planes y programas de mitigación y adaptación, detallados a nivel local, que de verdad nos lleven a prever situaciones calamitosas.
Llevamos más de 400 años ocupando progresivamente el territorio huilense. Se han colonizado tierras deforestando ecosistemas frágiles de valles y montañas. Nos hemos aproximado a ellos sin conocimiento científico y, por eso hemos hecho daño grave al medio ambiente en que vivimos. No podemos seguir así.
