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“Mi oficio, embellecedor de toda clase de calzado”

Oct 21, 2021

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Diario del Huila, Crónica
Por: Hernán Guillermo Galindo
Fotos: José Rodrigo Montalvo

José Moreno es lustrabotas hace 42 años, labor que inició por urgencia económica, después de haber probado suerte en diversos espacios como ambulante.

La jornada de José Moreno, de 70 años de edad, comienza a las seis de la mañana en una enramada, como le dice a su vivienda o choza ubicada en Las Palmas Tres, populoso barrio situado en el oriente de Neiva. Vive con su compañera Gloria de hace más de 40 años, con quien tuvieron 3 hijos.

Se dedica a embellecer calzado, a lustrarlos, a embolarlos, no le importa el nombre de su oficio, al que se dedica hace casi 42 años, lo que entiende es que le ha dado para vivir y llevar sustento al hogar después de probar suerte en muchos otros empleos ambulantes.

Su sitio habitual de trabajo es la Terminal de Transportes, pero primero estuvo en la Plaza de San Pedro, durante 12 años, antigua zona de desplazamiento de transporte municipal, situado en la carrera segunda con calle quinta.
Y en el lugar actual cumplirá 30 años el primero de febrero del próximo año, cuenta, orgulloso de su labor.

Trabajo diario

Inicia muy temprano en la mañana, “cuando la gente más quiere lustrarse” y se retira pasadas las cinco de la tarde porque a esa hora también cae la demanda de clientes.

El almuerzo lo toma de acuerdo a como le vaya en la mañana. Así pasa de lunes a sábado y descansa los domingos.

José, recuerda, pensativo, que antes de siquiera pensar en untarse de betún, volear trapo y cepillo, ensayó oportunidades en comercio con la venta de cacharro.

“Vendía en la calle, cuchillos, navajas, correas, billeteras, en fin, toda clase de mercancía. No me iba mal, pero comenzó la perseguidora de la policía con los operativos. No alcanzaba uno a llegar al centro a trabajar cuando de pronto venga súbase al camión y lo guardaban a uno todo el día, hasta las cinco o seis de la tarde. De nada valía mostrar las facturas y el carné que lo acreditaba a uno como vendedor. Así nadie aguanta. Hasta que me cansé”, se queja.

Entonces, comenta, la mujer le dio la idea, le propuso que comprará “la cajita de embolar. Así comencé poco a poco, hasta el sol de hoy, ya son 42 años en este oficio que gracias a Dios me ha dado para comer y para sacar adelante a mis tres hijos”.

Lamenta que no les pudo dar estudio sino hasta bachillerato, “no había plata. No quedaba que decirles, con cariño, mijitos a buscarse la vida, como me tocó a mí”.

Ya están adultos y ahora son ellos los que le ayuda cuando pueden y les alcanza, dice, alegre. Los dos varones trabajan en construcción y la hija se defiende con un carrito vendiendo tinto, aguas, jugos y empanadas.

“Mis clientes normalmente son los conductores y propietarios de buses que me conocen y saben de la calidad de mi trabajo. Uno trata de hacerlo lo mejor posible dentro de lo que ha aprendido a lo largo de los años de experiencia”, sostiene, satisfecho de su trabajo.

Pero se queja que por decisión de las directivas de la Terminal no se les permite trabajar en los corredores o en las oficinas. “Toca afuera como ve”, dice, “y algo similar les sucedió a los carretilleros. Seguro no saben de necesidades, de amanecer y tener que salir al rebusque, a conseguir para comer. Pero, bueno, son cosas de la vida y toca aceptarlas”, afirma, con resignación Chepe, como lo conocen clientes y conocidos.

Agrade a Dios y a los usuarios que loe han apoyado y no lo abandonan. “Dicen, vamos a donde Chepe para que nos lustre los zapatos. Es garantía…”, asegura, y dobla el cuerpo para coger una caja de laca para dar más lucidez al zapato, explica.

Mejores tiempos

Recuerda, con tranquilidad que hubo tiempos buenos, mejores, tal vez por la calidad de los zapatos, de cuero, en los que se iba con 30 o 40 mil pesos diarios.

“Ahora uno se hace por ahí unos $15 mil, que sirven, como no, el problema es que todo está cada día más caro. Hay que tener fe en Dios, es quien que me ha sostenido acá”, afirma como católico que se declara. ¡Claro que soy de los de misa, pero no fanático!, responde y mueve con fuerza la mano que aprieta un cepillo.

“Para mí, más que la religión, uno debe actuar siempre pensando en hacerle el bien a los demás y ser solidario en la vida. Ser honesto con uno y con los demás es un placer y da brillo a la persona”, concluye don José, a quien le hubiera gustado estudiar producción de radio y televisión.

“Pero no se pudo, porque, aunque tenía las ganas, cometí el error de casarme muy joven y aunque no me pesa, ya con obligación es a otro precio. Primero la responsabilidad, lo de uno va quedando en segundo plano, hay una familia que sacar adelante, que mantener y entonces a trabajar”, y hace sonar un viejo y descolorido trapo, con años de uso.

Atiende en las afueras del Terminal porque no lo dejan trabajar adentro.

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