Diario del Huila

Mi primera cirugía (II parte)

Ene 13, 2022

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La rotación por el servicio de cirugía general era la más exigente de todo el internado, hacíamos turno cada tercera noche y además durante el día teníamos temprano actividad académica, luego la revista del piso, que es la revisión de todos los pacientes hospitalizados y en la tarde asistir a consulta o cirugía programada como ayudantes. Prácticamente la vida personal o familiar quedaba anulada, pero creo que muchos también disfrutamos de esos momentos duros y exigentes.

El último día de rotación tenía que asistir en la tarde a cirugía programada y estaba de residente Fermín, habíamos terminado casi todas las cirugías y solo quedaba un paciente joven con una hernia epigástrica para realizar la cirugía. La hernia epigástrica es un defecto congénito que se produce en la pared abdominal a nivel de la línea media por encima del ombligo porque no hay un cierre adecuado de las capas musculares del abdomen, su tratamiento es quirúrgico y habitualmente solo se requiere un cierre del defecto con puntos separados de una sutura no absorbible por el cuerpo.

Fermín me pidió que lo acompañara como ayudante. En su rutina quirúrgica él siempre lava al paciente antes de la cirugía y lo viste. Mientras esperaba ayudé a vestir al paciente, luego nos dispusimos, ya que si uno es diestro se coloca del lado diestro del paciente para realizar el procedimiento y el ayudante del otro lado, además de la instrumentadora que está al lado del ayudante. Observé que Fermín se desplazó al lado izquierdo y yo pensé: “este tan chicanero va a operar desde el lado izquierdo”. Me acerqué con timidez porque no entendía que él estuviera al lado izquierdo, toqué al paciente y palpé el defecto. En ese momento le dijo a la instrumentadora que me pasara el bisturí porque yo iba a operar. Entonces me miró y creo que en mis ojos se vislumbraba sorpresa y desconcierto. Luego me preguntó: ¿no quiere operar? Y creo que pasaron lentamente los segundos hasta que al fin reaccioné y le dije: claro que sí. En ese momento sentí que el calor pasaba por mi cuerpo, sentía que la adrenalina circulaba y me poseía en un estado de trance. Luego tomé el bisturí, lo sentí en mis manos, sentía que era el rey Arturo con su espada e iba a salvar el mundo. Lo puse en la piel del paciente y de forma firme abrí su piel, sentía el sonido de la piel abriéndose y eso fue como el flush que describen los adictos a la heroína. Desde ese momento en la sala todos los sonidos se bloquearon y entré en una nueva dimensión, una dosificada con mi tacto, con la forma de abrir las capas del abdomen, de identificar el defecto herniario, resecar su saco, sentir el calor de la cavidad abdominal que siempre me ha producido una sensación de calma y gratitud desde ese momento, calma porque el calor proporciona eso y gratitud por la posibilidad de ayudar a alguien. Cerré el defecto con puntos separados de Prolene (una sutura no absorbible) y luego la piel con puntos intradérmicos para que la herida quedara perfecta, era mi primera firma en un cuerpo humano y tenía que ser la mejor. Terminamos la cirugía y Fermín me dijo que esa era la sorpresa y el regalo del último día, que lo merecía por mi esfuerzo y pasión por la cirugía.

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