Diario del Huila

Mi primera cirugía

Ene 6, 2022

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En marzo de 1999 realizaba mi año de internado (este es el último año del pregrado de medicina). Se llama internado porque realizamos labores asistenciales y académicas durante todo el día en el hospital que se nos asigna y rotamos por los diferentes servicios. En aquella época eran 6 rotaciones de 2 meses cada una. Yo había iniciado el internado en junio de 1998 y había rotado por los servicios de cirugía especialidades, pediatría, ginecología, rotación extramural y en ese mes iniciaba por cirugía general, que siempre fue mi materia favorita. Cuando fui estudiante fui el mejor del semestre y creo que ese fue el único cuaderno en el que tomé apuntes y hacía gráficas con colores y complementaba con las lecturas de los libros. Tanto así que de mi cuaderno tomaron copia casi durante dos años los compañeros de los semestres inferiores y en esos préstamos nunca volvió a mis manos, cosa que aún hoy me duele, hubiera sido una gran reliquia.

Por este motivo tenía muchas expectativas cuando ingresé a dicha rotación. Realmente no quería hacer ninguna cirugía, quería aprender muy bien a realizar venodisecciones y colocar tubos a tórax, que son procedimientos que debe saber un médico general y en algún momento salvan vidas. En el Hospital Universitario de Neiva hacía dos años habían iniciado las especialidades médicas por lo que tuvimos además dos residentes de cirugía general que también fungían como nuestros jefes e instructores. Desde el punto de vista práctico en ese tiempo había pensado no ser cirujano general y estudiar psiquiatría para trabajar con niños y víctimas de la guerra. ¿Por qué no quería ser cirujano? Pensaba que el estilo de vida y los modelos que había visto no eran los mejores: llenos de trabajo, haciendo turnos toda la vida y algunos con una vida familiar que no eran prioridad para ellos y a mí eso no me seducía.

La relación que hice con los residentes fue muy especial, uno de ellos Francisco Ruiz, era egresado de la primera promoción de Medicina de la Universidad Surcolombiana y había sido mi profesor de anatomía. Pacho, como le decíamos, era un personaje complejo, pero leal, afectuoso y con una gran pedagogía para enseñar, era una de las personas que yo admiraba en esos momentos. El otro residente era Fermín Canal, egresado de medicina de la Universidad de Caldas, una persona muy seria, estudioso y generoso para enseñar. Fermín vivía a dos cuadras de mi casa con su esposa, razón por la que el contacto fue mayor con él. Recuerdo que iba a su casa y él me prestaba libros para estudiar y se sentaba conmigo a explicarme cirugías y temas. Además que con él tuve muchos turnos y me enseñó los dos procedimientos que yo quería aprender para después poder ejercer en mi año de rural y como médico general.

P.D: continuara la próxima semana.

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