Diario del Huila

No hay confianza en la paz

Dic 24, 2022

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Amadeo González Triviño 

Dura y triste la realidad que viven muchas familias, especialmente las madres de los jóvenes privados de su libertad por cuenta de la persecución que la Fiscalía General de la Nación ha montado contra ellos, con ocasión de los actos de protesta ciudadana vividos desde el año 2020 en todo el territorio colombiano, al ser designados o tenidos en cuenta como Voceros o Gestores de Paz, en desarrollo de las normas aprobadas por el Congreso de la República en la política de una PAZ TOTAL, como se ha propuesto el actual gobierno nacional. 

El hecho central es que la gran mayoría de dichos familiares, demandan, piden, imploran y ruegan que sus hijos no sean revestidos de dicho mandato legal, por cuanto a pesar de que institucionalmente es viable, es procedente y estarían arropados con un procedimiento legal, la polarización social que vive el pueblo colombiano terminaría por convertirlos en mártires de una democracia que solo es un sueño (no de dormir), sino un sueño de esperanza de los colombianos. 

Es tan espectacular lo que se nos viene encima, que hace poco la Procuradora General de la Nación, tuvo la osadía de afirmar que se venía presentando un supuesto “recrudecimiento de la violencia contra los líderes y lideresas sociales” haciendo énfasis en estos hechos en los Montes de María, y otras regiones de las costas colombianas, pero la realidad es que esta situación violenta que estamos viviendo, no es de ahora y no ha servido de lección para que las autoridades y los entes de control, asuman realmente el compromiso y puedan darnos a entender el verdadero trasfondo que se vive en éste país, como consecuencia de la polarización entre los amigos de la guerra y de la violencia, frente a la otra mitad que quiere y busca la paz. 

Hoy, este drama nos pone en alerta, por cuanto la confianza en las instituciones es completamente nula, y si esa es la forma de la respuesta de los colombianos a los hechos que se viven, con mayor razón, hemos de entender que los voceros y gestores de paz, al igual que la alta cifra de reinsertados y firmantes de la paz, que han sido asesinados, seguirá creciendo y no tenemos autoridades capaces de garantizar el derecho a la  vida de quien disiente o de quien considera que la sociedad debe estar al servicio de las comunidades y no estas al servicio de sus dirigentes. 

La paz integral, es fundamental en la existencia y en la convivencia que reclamamos, pero ante la ineficiencia de los mecanismos que garanticen el derecho mínimo a la vida de los lideres sociales, y que las comunidades sigan impasibles observando a diario la muerte de muchos de sus pregoneros, es un síntoma doloroso que nos hace sentir miedo y nos hace surgir pavor de ser portadores o voceros de la convivencia nacional. 

El odio, el resentimiento, la afrenta que surge desde el fondo de muchos hogares en Colombia, patrocinado por la inoperancia de una Administración de Justicia, que calla y se silencia frente a las denuncias por maltrato o violencia familiar o por los actos de corrupción y de violencia institucional contra los asociados y la malversación de recursos que escudan el enriquecimiento de los funcionarios públicos, se suman en una escalada que muestra el panorama desolador de que cada día cerca de cuarenta personas resulten muertas y a su vez, treinta o cuarenta procesos diarios prescriban porque no se pudo establecer o determinar a los responsables de los hechos criminales que se esconden en uno u otro lado y que todo sea tan campante y se garantice la impunidad, el crimen y el delito, como la toga que ampara al delincuente ordinario y más al de cuello blanco en particular. 

Las instituciones como el Congreso de la República, al silenciar y pasar por alto las recomendaciones de quienes confiaron en fórmulas de trasparencia y de reforma interna, al igual que la manera como se manipula y se le da un retoque a la corrupción con reformas nada significativas, es parte de un proceso que nos hace perder la fe y la credibilidad en todo lo que en campaña nos ofrecieron, hoy lleva a que la inseguridad sea la base de nuestra violencia y del caos que vivimos en los actuales momentos, donde los voceros de paz, los gestores de paz y quienes luchan por ella como los lideres sociales, sean carne de cañón para los violentos que solo quieren vivir y aplaudir la guerra que la derecha se empeña en defender.   

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