A medida que transcurre el presente debate electoral, se hace cada vez más evidente la necesidad de que todos los actores políticos que orientan los partidos y movimientos que en él participan, finalmente lleguen a entender y aceptar que nuestro sistema democrático y las instituciones que lo sustentan; están en serio peligro y que en consecuencia; es indispensable construir un pacto histórico que tenga como punto de partida, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente con temario específico dirigido a reformar el sistema político y electoral; el sistema de justicia; el régimen laboral y pensional; y la estructura del Estado.
Pero no se trata del pacto histórico que promueve el candidato Petro el cual esconde un claro propósito de modificar el sistema democrático para imponer un nuevo modelo del Estado; en el cual, se sustituya la libre empresa por el socialismo bolivariano inspirado en el Foro de Sao Pablo; ni que recorte las libertades políticas de los ciudadanos para reemplazarlas por una dictadura constitucional donde se instituya el delito de opinión y solamente prevalezca el partido político del régimen.
Lo que hemos visto en Venezuela y en Nicaragua, son suficientemente ilustrativos con relación a la pérdida de las libertades democráticas y a la instauración de una dictadura constitucional que se ha perpetuado por más de 20 años. Y con relación al modelo económico, lo que hemos visto es la destrucción de la estructura económica productiva que ha empobrecido a la mayoría de la población sometida a la caprichosa entrega de apoyos estatales e inclusive de los alimentos básicos para la subsistencia.
Es tal la capacidad de reproducción de esta estrategia política que ha logrado penetrar en Argentina, en Bolivia y en el Brasil de Lula; y recientemente en Perú y Chile. Adicionalmente, pretende también cambiar el esquema geopolítico disminuyendo la influencia norteamericana y estimulando la presencia en la región de Rusia y China, así como la amenaza terrorista del islamismo radical Iraní.
En este claro contexto nuestro país resulta ser la joya de la corona por su ubicación estratégica y la riqueza ecosistémica donde los recursos naturales y minero-energéticos son abundantes.
Pero es necesario reconocer que están jugando a favor de tal estrategia algunos factores internos que se han incrementado con las consecuencias económicas y sociales derivadas de la pandemia.
El primero y quizá más significativo, la enorme expansión del narcotráfico que ha permeado la economía y destruido buena parte de los valores éticos y morales de nuestra sociedad. La rampante corrupción política y administrativa que ha generado un sistema de privilegios en la clase política, incrementando la inequidad social. El sistema clientelar en los partidos políticos que no permite la renovación de la dirigencia y que a su vez ha generado la ausencia de nuevos liderazgos. La presencia sistemática de grupos armados ilegales que se disputan el territorio y los corredores estratégicos para la comercialización de la droga, combustible de la violencia urbana y rural. Un sistema judicial inoperante donde reina la impunidad y donde la politización de las Altas Cortes genera inestabilidad jurídica e inclusive niveles de corrupción. Por lo demás, un sistema presidencialista teóricamente muy fuerte frente a las otras dos ramas del poder público, pero sometido a las clientelas que operan en el Congreso para la aprobación de los proyectos, y además coartado por el poder político acumulado en las Altas Cortes.
En conclusión, el presente debate electoral será quizás la última oportunidad que tendrán los actores políticos para corregir el rumbo de la Nación. Petro tiene razón cuando plantea un Pacto Histórico, pero no para sustituir el modelo democrático, si no para que desde el nuevo congreso y con el nuevo presidente, se convoque con urgencia a una Asamblea Constituyente con temario definido para abordar las inaplazable reformas estructurales que hoy exige la población colombiana.
