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‘Paradoja entre inclusión de minorías y discriminación de mayorías’

Feb 5, 2024

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Por: GERARDO ALDANA GARCÍA

El mundo entero vive desde hace décadas el fenómeno de la discriminación en sus más diversos matices. La hay por raza, religión, color, sexo, política, nacionalidad, o favoritismo del fútbol, etc. Entonces, gobiernos y sociedades buscan permanentemente formas de concientización y mecanismos legales capaces de frenar el inadmisible flagelo que, sin duda, atenta contra la integridad humana y la armonía social entre los individuos. Y no hay razón para ver que la diferencia sea motivo válido de exclusión y marginamiento; en eso, estoy seguro, la enorme mayoría de hombres y mujeres del siglo XXI, estaremos de acuerdo. No obstante, resulta una auténtica paradoja que, mientras se avanza de forma notable en la inclusión de las minorías, tal reconocimiento justo, he dicho, se desarrolle con denodado vigor, generando al tiempo una situación, cada vez más creciente, de discriminación de las mayorías, al tiempo de sentar silenciosamente las bases de que aquellas personas que por tradición y cultura tienen comportamientos milenariamente aceptados, sean vistos como cosa rara, como lo que no debería ser.

Un ejemplo de ello se puede palpar de forma clara en colegios, universidades y altos círculos sociales en donde, el homosexualismo y lesbianismo que desfilan en pasarela de froma, elegante, exótica y excitante, se estén volviendo cada vez más frecuentes con el predicado social de que, esta forma de sexualidad es la correcta y la llamada a aceptarse, so pena de estar fuera de onda, de moda, y en cambio, quien está obsoleto y perdido del rumbo del modernismo, es el heterosexual. Aquellos jóvenes o adultos que crecieron con valores legados por hogares tradicionales de un hombre y una mujer en pareja ya viven en diversos círculos sociales, la censura de ser tontos, vivientes aún en una tradición rancia y extemporánea. Al punto de que los niños que a diario nacen, ya no saben qué es aquello que marcó la identidad de una familia, de un pueblo, de un país, y se avoca a acogerse a las nuevas formas de relacionamiento sexual impuestas por la minoría que era excluida y que ahora tiene el poder de marginar, de desdeñar a la mayoría.

En otro ámbito como la necesaria protección de las minorías étnicas de afrodescendientes e indígenas, seres humanos de cuya hermandad el mundo entero debe preciarse para bien de la armonía, de la concordia, y en consecuencia ya no debería hablarse más de discriminación sino simple y llanamente de miembros de la sociedad de un territorio o de un país, emergen constantemente discursos que invitan a su inclusión, con tal vehemencia que procederes de algunos de sus individuos, pueden atentar contra los derechos de la mayoría , la que a la postre ha resultado como la célula a discriminar. Ejemplos de ello pueden ser las movilizaciones que conminan a comunidades enteras a no poder circular por cuenta de paros y manifestaciones, o la invasión de terrenos de un particular a quién no se le puede garantizar el derecho a reclamar, a que se le respete lo que es suyo. Una comunidad indígena puede tomarse libremente el fundo que tenga a bien, y exigir del gobierno que se le adjudique, argumentando que tal predio está en un territorio que les perteneció a sus ancestros. En otro ámbito, se sigue escuchando el discurso aquel de que: no tengo oportunidades porque soy negro; algo que se torna absurdo cuando la sociedad cada día se comporta más y mejor hacia la valoración y admisión del individuo en función de su capacidad física o intelectual, de su probidad social, sin importar cual es color de su piel. Entonces, en medio de este afán de re-conocimiento a la minoría, los derechos de la mayoría amenazan menoscabo, al punto de limitar su léxico de comunicación social, como, por ejemplo, la tontería de un hombre afrodescendiente que reprendía a un ingeniero cuando al referirse a las aguas que corren por el alcantarillado,  les llama aguas negras; una corrección que luce absurda como si el vocablo negro o negra solo tuviese significado para en el ámbito racial.

Y qué decir de la religión, en donde millones de personas devotas de corrientes como el cristianismo, judaísmo, islamismo, ya se ven como cosa extraña, todo por cuenta de las proclamas que enarbolan la bandera de la innecesidad de religión , y en su lugar, una forma de pensamiento y proceder en donde no deben existir topes o límites para el desarrollo y la autonomía humana; entonces, al diablo con aquellos que tienen un dios, que temen o aman a una inteligencia superior, eso es estar fuera de contexto, fuera de moda, se escucha decir por minorías crecientes. Entonces, el joven o incluso el adulto deben tener suma precaución a la hora de mentar su vocación religiosa o de persignarse o hacer una runa o señal que pueda confesar su pensamiento y sentir religiosos, pues fácilmente puede ser objeto de burla, de bulllying, de marginamiento. Estoy seguro de no estar exagerando; basta escuchar y leer las historias de jóvenes maltratados por sus compañeros en colegios, por razón de los principios de la religión legada por sus padres.

Como corolario debo anotar que el mundo debería dar el giro sobre el concepto de la minoría; podría decirse que es innecesario hablar de ello y en cambio concentrarse con mayor énfasis en el paradigma de la igualdad de derechos como condición sine qua non en la vida del ciudadano del siglo XXI. Enfatizar en conceptos de minorías, es zaherir aún más la laceración social de los derechos colectivos. Cuando más se le dice al niño o al joven que un comportamiento es malo, de alguna forma se le está enfatizando en la necesidad de que éste surja; tal vez se mejor, simplemente educar a partir del buen ejemplo desde el hogar para que la sociedad, sea justa, equitativa y armónica.

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