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¿Por qué soy médico? Parte II

Jun 10, 2021

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Por: Adonis Tupac Ramírez

Esta semana continuamos con la crónica acerca de la pregunta ¿por qué soy médico?:

En mi adolescencia una tía materna empezó a estudiar medicina, pero vivía lejos y no tenía mucho contacto con ella, no había redes sociales ni el internet que acorta las distancias. En el año 1993, mi segundo año de carrera, teníamos que cursar las dos materias más temidas por todos, que eran anatomía y fisiología, en ese momento mi tía me regaló el equipo de disección para las prácticas en los cadáveres. Este equipo era blanco, todas las pinzas relucían, también me dio la biblia de la anatomía, el libro de L.Testut- A.Latarjet, que tenía 5 tomos y era demasiado denso, además empecé a recibir consejos de su parte, ahí realmente inició la influencia familiar en la medicina.

Durante la carrera, que en esa época era de 7 largos años, tuve muy pocos modelos en mi formación médica que estuvieran convencidos de la verdadera naturaleza de la profesión (el servicio). Gran parte de mis profesores eran de formación clínica y para ellos lo más importante era la dimensión académica, y la relación con el paciente era secundaria. En el programa de estudios teníamos un gran bloque que se llamaba medicina social y comunitaria donde recibimos los conceptos del enfoque holístico de la medicina de una atención integral al enfermo, conceptos que se diluyeron en los siguientes años porque no hubo una conexión de las diferentes áreas de formación. Era muy triste observar a algunos de los profesores de comportamientos déspotas, arrogantes y poco humanos con los pacientes, aunque de esos también aprendí, en especial que no debía reproducir aquellas actitudes. Pero, de igual forma, había algunos que nos recalcaban el buen trato, el respeto, la amabilidad y el cariño por los pacientes, la buena comunicación y la relación con ellos y sus familias.

Mis intenciones iniciales se fueron diluyendo de forma inconsciente durante la formación, migrando a querer ser más clínico, investigador, más práctico; en términos generales “salvar vidas” sin importar la forma ni el camino para lograrlo. Entré en una carrera acelerada donde solo importaba el resultado, en la que el tiempo era oro y no se podía perder creando lazos con los pacientes y familiares, donde la dureza era sinónimo de grandeza. Esas conductas enraizaron con más fuerza al iniciar mi especialidad en cirugía general, la cual me dio el poder de invadir el cuerpo de las personas con una nueva arma: el bisturí.

Continuaremos la próxima semana.

 

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