Diario del Huila

Presencia permanente del espíritu santo

May 27, 2023

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Por: P. Toño Parra Segura                                  

Pentecostés es una palabra de un profundo sentido religioso de liberación y de asistencia divina. En el  Antiguo Testamento era una de las tres principales fiestas de peregrinación al santuario nacional elegido por Yahveh; se le denominaba “fiesta de las semanas”, porque se celebraba siete semanas después de la Pascua; también se llamaba “fiesta de la recolección y de las primicias” por la cosecha del trigo y la cebada. Era una fiesta esencialmente agrícola y de acción de gracias, de mucha alegría y de descanso absoluto, porque Israel recordaba la salida de Egipto y el disfrute de una tierra fértil y espaciosa.

En el Nuevo testamento, en la primera Pentecostés después de la resurrección y ascensión de Cristo, descendió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre la primera comunidad cristiana reunida en el cenáculo.

Es la realización de las promesas de Cristo y de los profetas y simboliza la unidad y la universalidad de la Iglesia “ya que todos hemos sido bautizados en el mismo Espíritu para formar un solo cuerpo”.

La escenografía de viento huracanado, de estruendo, de lenguas de fuego, de gentes de todas partes, de los discípulos que esperaban ansiosos en compañía de María el cumplimiento de la promesa de Jesús es narrada en detalle por San Lucas en el libro de los Hechos (2, 1-11).

El protagonista es naturalmente el Espíritu de Dios, que como fuerza y presencia activa da a la comunidad los elementos fuertes para cumplir la misión de salvar a todos los hombres. La dimensión comunitaria es también trascendental en todo el pasaje. Un grupo pequeño recibe el Espíritu, habla en la lengua de los Galileos y todos entienden en su propia lengua; es un milagro ya palpable en los oyentes y ellos mismos lo reconocen. La palabra del Cristo resucitado invade todos los contornos y el Nuevo Israel se hace misionero al recibir el don del Espíritu.

Le da según San Pablo a su Iglesia carismas, ministerios y actividades para que se ponga al servicio de todos.

El Bautismo recibido nos une en un solo cuerpo y esto debe construir la unidad de una Iglesia grande en la que quepamos todos judíos o no judíos, esclavos o libres.

Juan coloca el episodio del Espíritu el mismo día de la resurrección y es natural porque el Resucitado está ya unido a toda la Trinidad. El tiempo es para el hombre y por eso hoy nosotros decimos que estamos en la era del Espíritu Santo.

Ojalá que estemos atentos a las expresiones fuertes de paz y de perdón.

El sacramento de la Penitencia llega muy unido al Pentecostés de nuestra Iglesia.

Sin perdón no hay  paz y ésta es uno de los mejores frutos del Espíritu Santo.

Les dio a los apóstoles la potestad de perdonar o de retener y nos podríamos preguntar porqué para algunos cristianos algunos textos se interpretan al pie de la letra y otros no.

No les dijo que los Ángeles les perdonen sino que sopló sobre ellos y les dijo “Recibid El Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados quedan perdonados y a quienes se los retengáis  les quedan retenidos” (Jn. 20,23).

Esta es la verdadera Iglesia del Espíritu Santo, no le pongamos más interpretaciones falsas. Acojámonos a los discípulos de Jesús, a su proceso histórico.

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