Amadeo González Triviño
Se nos vino un Congreso con apariencia de renovación, donde se destaca la presencia de sectores convergentes en ideas de cambio y generadores de muchas esperanzas en la consolidación de una transformación de las costumbres, que de vieja data, nos han enseñado que la corrupción empieza por casa y se institucionaliza en cada una de las organizaciones a las cuales, el poder popular sabe distraer y olvidar.
Hemos de evocar algunos procesos políticos donde las comunidades en ciertos momentos históricos han procurado la elección de personas que en principio no estaban contaminados con la política, pero una vez en el poder, terminaron buscando a toda costa, como aprovechar el cuarto de hora que la gobernabilidad les daba, para sacar tajada, para equipararse a los otros, y seguir en esa debacle que siempre nos ha golpeado y nos ha sometido: la impunidad, la corrupción, y el bandidaje político institucionalizado.
El reto que tiene el gobierno elegido, no es un proceso que pueda acomodarse muy fácilmente al gran desafío que las costumbres políticas y el manejo de la economía doméstica viene realizando, cuando el cinismo y la arrogancia y la capacidad de envolver a las clases menos favorecida, ha sido una constante y busca desde sus entrañas, revivir con la vieja escuela argumentativa del rescate de principios y valores que nunca se han profesado.
Esta sintomatología de la improvisación, del oportunismo y de los avivatos es lo que parece que se anuncia en cada rincón de nuestra patria, y hoy en día, es común encontrar o descubrir la imagen de una serie de personajes que vienen a salir a la palestra pública para arroparse con una bandera que siempre han rechazado, pero que ahora, en este cuarto de hora, parece ofrecerles una posibilidad de resurrección del anonimato.
Es menester decantar el proceso histórico, es necesario retomar la idea del juicio de responsabilidad en que están en deuda todos los que han pasado por las administraciones pública, incluidos gobernantes, ministerio público y administradores de justicia, para saber que tarde o temprano, el poder popular es capaz de retomar su carácter justiciero e imponer las condenas sociales que tanto necesitamos para generar el verdadero cambio social que se requiere.
No es fácil, esta etapa es la más dura a la que se enfrenta el Pacto Histórico y sobre todo, los grupos opositores, en un acuartelamiento de fuerzas, donde el desprestigio y todas las formas de lucha, serán puestas en el escenario de los odios, los resentimientos y sobre todo, las venganzas que pululan en lo más profundo de las víctimas de la exclusión y de la violencia que ha padecido esta república a lo largo de más de doscientos años.
Mientras los verdaderos líderes populares y dirigentes que están convencidos y que han luchado toda una vida por el cambio institucional en la defensa de los derechos humanos, en la transparencia de sus actividades políticas y en la defensa de las clases menos favorecidas, no asuman procesos de decantación de quienes hoy aspiran a consolidarse en el poder, la historia tendrá que repetirse y nuestros sueños y esperanzas, se derrumbarán como un castillo de naipes.
Es hora de emprender verdaderos procesos sociales con políticas fiscales de contenido humano y de respeto por el otro, en la construcción de una sociedad que conviva en la búsqueda de una paz consagrando el derecho a la libertad, como premisa inexcusable de redención nacional.
