Diario del Huila

Se acaba nuestro paso por Ecuador, ahora rumbo a Guayaquil

Feb 4, 2023

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Aunque estábamos muy a gusto en este país teníamos que seguir nuestro camino. Fue mucho lo que conocimos y lo que vivimos, pero también lo que dejamos. Arte plasmado en cada lugar al que llegamos.

DIARIO DEL HUILA, BORONDITO

Por: Nicolás Motta

Nos despedimos de Machalilla, para Valen era la tierra prometida, para mis hermanos ya era hora de irse. Llegue a concluir que hay una maldición en Machalilla, te hace querer quedar. Hablamos Valen y yo después de salir de ahí y acordamos que quizá ya no queríamos pasar nuestros últimos días allá. Igual, falta mucho para nuestros últimos días, o -al menos- eso es lo que queremos.

Estábamos a una hora y media de Montañita, el rumbeadero con la playa más grande de todo Ecuador, recuerdo haber escuchado a Salamanca planear un viaje hacia allá en la época del colegio, lo que no recuerdo es si no me invitó o yo lo rechacé por alguna razón, el caso es que no fui a ese paseo y siempre me quedé con las ganas. No importa, ya estaba de camino hacia allá.

Llegamos al atardecer, no sabíamos donde quedarnos, así que priorizamos y nos fuimos a ver el atardecer a la playa. Recordamos una recomendación de hospedaje que nos habían dado Silvia y Joan, Casa Mafer. El precio iba a estar bien para nosotros y había posibilidad de utilizar la lavadora.

La anfitriona de la casa era Mafer, nos recibió y le propusimos un intercambio para quedarnos unas tres o cuatro noches con ella. «Yo sé que no se van a quedar ese tiempo, Montañita los va a atrapar, chicooos». Esa frase dio apertura a una hermosa negociación, quedamos en hacer un video promocional para su agencia de turismo, ella nos iba a llevar a los lugares y nosotros íbamos a poder estar en el hostal mientras tanto, también hablamos de hacer un mural para el hostal. Listo, trato cerrado.

Montañita nos atrapó

Mafer tenía razón, Montañita nos iba a atrapar. Estuvimos diecisiete días en ese pequeño pueblo fiestero, aprendimos que no es solo fiesta, aunque si salimos algunas veces para poder juzgarlo -jaja-. Pasaron de todo en estos días, el Gordo inició su faceta de «caminante» al estilo del Joe Arroyo, Habana hizo amistar con Bella que era la perrita de Mafer, aprendimos a surfear, acampamos en playas secretas, buceamos con leones marinos, hicimos kayac con tortugas galápagos, vimos monos aulladores, nos «jartamos» con aguardiente artesanal, pescamos, cocinamos y comimos mucho encebollado en la tienda de enfrente.

Estuvimos tan metidos con Mafer que hasta conocimos a su novio, hijo, un pretendiente e incluso a su ex-pareja. El hostal se hizo nuestra casa, el Gordo y el Miope trabajaron en la recepción, pintamos el mural, grabamos muchos videos, Habana recorrió la playa unas 500 veces y conocimos a un tipo de la Alta Tensión Sur. Estábamos dichosos.

Nos estábamos sintiendo muy gusto en Montañita, eso era bueno y era malo a la vez. No podíamos olvidar nuestro objetivo final, así que decidimos avanzar. Le contamos a Mafer de nuestras intenciones de irnos y tuvimos un momento muy bonito en el cual nos despedimos e intercambiamos palabras, no dijo algo como «chicooos ustedes son como mis hijos». Lo bonito hace también triste este tipo de despedidas, algún día volveremos, o quizá no, pero ahí está una parte de nosotros. Teníamos que seguir. 

Pasamos por las Playas Villamil

Mafer nos había hablado de Paolo, un amigo suyo, chef proveniente de Italia. Él había llegado a Ecuador por su esposa, pero ahora su esposa ya no era más su esposa, ni tampoco vivía en Ecuador, vivía en algún lugar de Europa y el en Playas Villamil o General Villamil Payas. Allá fuimos a dar.

Hicimos una parada corta en Salinas para comprar unos señuelos para pescar y visitar algunas playas «imperdibles» y una piedra donde posaban leones marinos. No mucho más, así que seguimos hacia Playas.

Ya habíamos tenido un primer contacto con Paolo, se notaba que le gustaba hablar y tenía un acento «simpático» como diría él. En el camino decidimos llamarlo para pedirle indicaciones y ofrecerle algo a cambio de quedarnos con él, ya que alquilaba la casa, no quería nada, que lo acompañaremos por algunas noches, nos sorprendió, le agradecimos y después tuvimos una corta charla donde se preguntó al menos dos veces la razón por la que decidimos ir a Salinas si «ahí no hay nada». llegamos a su casa sin mucho problema.

La casa estaba cerca de la playa, a unas diez o doce cuadras, más o menos, tres minutos en el carro. La carretera del barrio era destapada, los vecinos estaban empezando a construir pequeños hoteles en la zona, la comunidad estaba activa en las calles, jugando vóley ball o haciendo algún tipo de celebración, estaba muy bien.

Ya dentro del lote teníamos un horno de barro, un comedor en el patio y un amplio espacio para dejar el carro. Paolo nos mostró donde dormiríamos y propuso salir a que compráramos algo para cocinar en la noche.

Mientras cocinábamos nos pusimos a hablar o más bien a escuchar a Paolo hablar. Nos dijo teorías de conspiración sobre el COVID y empezó a hablar de otras como agenda 2030, nos tuvo cautivados con el tema y un poco asustados para ser honesto.

El cruce de miradas que nos hicimos cuando nos dijo que uno de los cuatro moriríamos a causa de la vacuna fue espectacular, hasta una risita nerviosa tiramos. La noche se hizo muy larga y la verdad que hacía mérito escuchar lo que decía, estar o no de acuerdo con todo es una cosa, pero que es un tipo muy interesante si es indiscutible. 

Las noches se desarrollaron siempre más o menos de la misma forma, los días cambiaban un poco. Conocimos delfines en el rio, aprendimos a hacer pizza, pasta y tiramisú con la receta de la mía mama, fuimos a la playa -obvio en playas nos tocaba-, conocimos a un grupo de pescadores quienes nos compartieron un poco de su cosecha. La estábamos pasando re bien, fue muy tranquilo, pero nos sentimos mal de no dejar nada, así que decidimos darle una mano con el jardín y hacerle un video de drone para no tener que dar más indicaciones de cómo llegar a su casa. Le daba «paja» y lo justificó con algunas historias de huéspedes en su casa.

Rumbo a Guayaquil

Al final estuvimos en la casa como unas dos semanas o diez días, nos despedimos medio rápido, era mutuo el repudio por la tristeza que nos iba a dar a todos, parecía que nos fuéramos a ver al día siguiente. El Miope había cuadrado con Kaj, un danés dueño de un hostal en Guayaquil para hacer un voluntariado en su negocio, así que ese era el plan, ir al hostal de Kaj.  Agarramos ruta hacia Guaquil dejando atrás la costa del pacifico ecuatoriano y a todas estas personas que nos abrieron las puertas, vuelven tiempo serranos.

Posdata: Ya pasamos la mitad del mundo y nuestro destino final es muchísimos más lejos, no sabemos cuánto tiempo tardaremos en llegar y tampoco cuántas experiencias más nos queden por contar, por este motivo, en dos ediciones más aremos un cierre temporal de “el Diario de Borondito” para recargar energías, acumular experiencias y tener muchas más por contar mientras nos acercamos a nuestro destino final.

Agradecemos a todas las personas que nos han acompañado desde el primer día cuando decidimos empezar a contar nuestra experiencia, hoy es mucho lo que hemos compartido, pero nos falta más.

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