Diario del Huila

‘Soy una mujer de ligero equipaje’

Sep 11, 2021

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DIARIO DEL HUILA, MUY PERSONAL

Por: Rolando Monje Gómez

Fotografías: Tatiana Ramírez

María del Carmen Jiménez ha sido reconocida por su trabajo desde diferentes frentes. Ha sido secretaria de Educación y Cultura en varias administraciones, pero aún así ella no olvida su esencia, el ser maestra siempre. Hoy vive sola y, como siempre, en función de ayudar.

“Tenía siete años cuando con mi madre bajábamos al pueblo. Ella, antes de llevarme a la escuela hacía el mercado y hablaba con algunas amigas en el parque. Yo, mientras tanto, daba vueltas a la Ceiba de Gigante. Mi madre, si pasados diez minutos no me encontraba se angustiaba. Yo, sin embargo, en las amplias raíces del árbol centenario”.

“Un día estuvo como veinte minutos buscándome, y cuando me encontró me agarró del brazo enojada. Sin ser violenta, pero con una mirada muy fija, recriminándome por haber hecho eso, me decía que no debía hacer eso, que me reprendía porque no quería que me pasara nada y que lo único que ella quería era que yo fuera como la Ceiba de Gigante. Le pregunté que si ¿así de gorda? Ella me replicó que no, grande y que diera mucha sombra, como la ceiba”.

Así recuerda María del Carmen Jiménez a Esther, su madre, una mujer valiente, con mucho coraje, muy trabajadora y libertaria y considera que ese momento “incidió para que toda mi vida yo aportara mi granito de arena al servicio de los demás”.

María del Carmen nació allí, en el pueblo de la ceiba centenaria, la misma que sin lastimar a nadie se cayó hace unos cuantos meses: Gigante. “Me crie en una familia matriarcal, mi bisabuela, mi abuela y mi madre. Mi padre, como ocurre con muchos padres del mundo, son ausentes, abandonan a sus hijos en su tierna infancia. Soy la segunda de cuatro hermanas”.

“Éramos una familia humilde porque no teníamos todas las riquezas para mantenernos, pero muy valiente de espíritu. Mi madre fue una mujer emprendedora, que toda la vida trabajo las prácticas de crianza basadas en el amor, en el afecto, en la exigencia, en la empatía, mi mamá fue el núcleo de toda la familia Jiménez. El entorno que me tocó vivir fue el mejor, me dio el temple, fue lo mejor que me pudo pasar”, recuerda.

Vivían en Sanjuanito, hoy ‘Sósimo Suárez’, su madre cultivaba productos de pancoger y tenía una fábrica de tabaco que se llamaba Flor del Valle donde le daba trabajo a muchas mujeres. “Mi mamá era solo corazón pero a la vez muy exigente, ella fue mi referente”, afirma María del Carmen.

Con sus hermanas la relación era muy buena, con mucha familiaridad, con mucho amor, relaciones muy cordiales de mucha solidaridad. “Nunca hubo maltrato, pero si mucha exigencia, nos castigaban no dejándonos salir”, comenta.

Las primeras letras

Aprendió a leer y a escribir en la escuela del barrio. “Mi profesora era Herminia Vega y también Gladys Romero, fueron las que me enseñaron a sentir el amor hacia la vida, hacia la literatura y hacia la poesía, ellas me enseñaron a leer. Luego me pase a la escuela de Eva Orozco, una maestra de maestras, en el centro del pueblo”, expresa.

El bachillerato lo hizo en la Escuela Normal de Gigante con las salesianas, la que recuerda como una experiencia maravillosa de su vida. Allí se graduó en 1975. “La mejor época de mi vida fue como estudiante”.

Al salir de la Normal, María del Carmen Jiménez tuvo su primera experiencia como maestra en La Mesa de Monserrate, municipio de La Plata, estaba muy joven, 17 años. Allí tenía que caminar tres horas para llegar a la escuela, era feliz caminando y se hizo amiga de todos los campesinos de la zona, quienes le prestaban caballos para ir y volver, sobre todo cuando llovía.

“De ahí pasé al municipio de Gigante, en la colonia ‘Eliodoro Rozo’, con niñas internas, era maravilloso compartir. Allí llegaban niñas con muchas dificultades, en esa época estaba haciendo mis pinitos en la militancia alternativa. Luego estuve en Riverita y finalmente llegué a Neiva”, comenta.

Ya en la capital del Huila, donde ya vivían su madre y sus hermanas, ingresó a estudiar lingüística y literatura en Itusco, el que a los pocos meses pasó a ser la Universidad Surcolombiana. En Neiva trabajó en varias instituciones educativas en todos los niveles, desde primaria hasta universidad.

“Fui dirigente estudiantil desde que estaba en la Normal y luego pasé a ser dirigente sindical ya como docente. Lo he llevado como en las venas. Fui la primera presidente de la Adih en 1987, una experiencia muy gratificante que me ayudó a formar y, desde allí, lideramos muchos procesos importantes como la Escuela Popular Claretiana y otras experiencias significativas como la implementación de las comisiones de la mujer, empezamos a dar el debate desde la perspectiva de género en la educación”, afirma María del Carmen.

El llamado del ‘poder’

Estando en la Universidad Surcolombiana, donde trabajó en el desarrollo de diferentes proceso, Héctor Javier Osorio Botello, quien asumió la Alcaldía de Neiva, la llamó a ser Secretaria de Educación, Cultura y Deportes, fue su primera experiencia en la administración pública, aunque unos años antes había dirigido el Instituto Huilense de Cultura

“Al terminar la administración de Héctor Javier, Cielo González me ratificó en el cargo, pero allí estuve solo un mes. Para esa época el municipio de Neiva debió asumir la administración de la educación”, comenta.

Así inició un largo recorrido que la llevó a participar en diferentes administraciones tanto de Neiva como el departamento. Es así, que estuvo en la Casa del Huila en Bogotá y luego Rodrigo Villalba la nombró en la Secretaría de Cultura y Turismo. En 2016 aceptó la Secretaría de Educación Departamental con Carlos Julio González Villa.

Vida en familia

María del Carmen se casó a los 22 años con Luis Ignacio Murcia Molina, un escritor y educador también. El matrimonio duró 23 años y se divorció hace veinte. Con ‘Nacho’ como le dicen tuvo dos hijos. Tania Marcela, abogada y Germán Ignacio, ingeniero. Hoy es abuela de dos nietos.

“Mi vida familiar es muy gratificante, mantenemos una relación familiar extraordinaria, de mucho respeto. Con mi exesposo tenemos una buena relación, es un gran ser humano, nos une el afecto por nuestros hijos, una relación profunda de respeto, de hermandad, de apoyo. Él es un gran hombre que aportó mucho a mi vida y hoy somos grandes amigos”, señala María del Carmen.

Ella hoy vive sola y afirma que nunca ha dejado de ser maestra, “los maestros nunca olvidamos la esencia y ahora soy maestra con mis nietos, los años pesan pero el conocimiento sigue, también hago un trabajo comunitario con los niños que lo requieren”.

“Cuando uno está en espacios de poder no es para pisotear la inteligencia de los demás sino por el contrario para enriquecerse uno y ayudar a potenciar a los otros para seguir fortaleciendo los procesos, a mí me ha gustado trabajar con gente más inteligente que yo. Llevar una vida al servicio de la gente, reconocerse a sí mismo y a los demás, vivir en función de ayudar”, expresa.

“Parafraseando a Pablo Neruda ‘confieso que he vivido’ y estoy es paz con la vida, todo lo que quise hacer lo pude hacer, soy una mujer de ligero equipaje, tener cómo vivir con dignidad y cómo ayudar a que los demás crezcan. Me falta terminar de escribir un libro, reconstruyendo mi historia de vida”, comenta finalmente María del Carmen Jiménez.

Y tenía razón doña Esther, su hija ha sido grande, dejando huella por donde ha pasado y con su sombra ha cobijado a todos los de su entorno: familia, amigos, colegas, siempre con objetivos y entregada al bien hacer.

‘Soy una mujer de ligero equipaje’

‘Confieso que he vivido’ y estoy es paz con la vida.

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