Diario del Huila

Teyemoto II

Feb 16, 2022

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Algunos lectores me solicitaron que cuente más detalles de lo acontecido el 9 de febrero de 1967 con el terremoto que afectó fuertemente al Huila. Nunca olvidaré la cara de la monjita mientras gritaba “teyemoto, niñas, teyemoto”. En la columna pasada di un brochazo del tema y no alcanzó el espacio para contarles lo que pasó en días posteriores cuando a las alumnas de La Presentación nos llevaron a estudiar en las aulas del Salesiano, que ha sido y es todavía un colegio de varones. Los muchachos estudiaban en la mañana y a las niñas nos asignaron el “precioso” horario de 1 a 6 pm. Las instalaciones de La Presentación del centro de Neiva se derrumbaron y sobre el lote se construyó la nueva edificación en el mismo lugar, esquina carrera 7 con calle 8. Todo se alteró. Imagínense salir de casa a las 12:30 m. a estudiar. Soltábamos el plato del almuerzo para ir apuradas al colegio. Cero siesta, cero reposo de los alimentos, cero charlitas post comida. Nos dormíamos en clase, despertábamos cuando alguien gritaba en serio o en broma “está temblando”. Ante esas dos palabras, corríamos a mil, desbocadas, hasta el patio donde estaban las canchas de baloncesto. No había poder humano que nos volviera a entrar al salón. Con el tiempo las monjitas se pillaron que usábamos esa estrategia cuando teníamos examen y no habíamos estudiado. Decidieron castigar a la que gritara cuando no estaba temblando. La monja empezó a dar clase tocando la pared para no dejarse engañar. Fue muy duro porque a las 4 pm estábamos agotadas. El calor ayudaba a que nos sintiéramos exhaustas. Era muy triste ver tanto escombro por todos lados y enterarnos de gente conocida que había fallecido o habían quedado lisiados. Recuerdo en Gigante una joven de apellido Gamboa que perdió sus dos piernas por una tapia que le cayó encima. Lo más triste es que ella estaba en su negocio, una cacharrería, y al sentir el temblor salió corriendo al andén de enfrente y justo cuando estaba allí se derrumbó el muro sobre ella. Durante varias semanas nos resultaba difícil conciliar el sueño por el temor a que se moviera la cama por alguna réplica. La pesadilla estuvo presente por muchos meses y el recuerdo quedó en la memoria para siempre. Afortunadamente el tiempo cura todo.

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