No sé por qué nos cansa nuestra débil democracia. ¿Será que la buena vida cansa y la mala amansa? Pareciera que nos cansamos de la “libertad que gozamos” y añoramos un régimen dictatorial y tiránico. Habría que analizar por qué muchos de nuestros jóvenes, sobre todo universitarios, quieren los regímenes totalitarios de Venezuela, Nicaragua, etc. Una democracia sin justicia social y sin un gobierno que gobierno es el mejor caldo de cultivo para que llegue un gobierno autocrático en donde se conculquen las libertades individuales. Tenemos una Constitución que solo habla de derechos, a duras penas habla de deberes y en el único artículo que habla de deberes, el número 95 del capítulo 5º.; incluye de alguna manera derechos. Entonces, ¿si todos son derechos, en dónde están los deberes? Hoy todo se reclama, hemos formado una sociedad contestataria; en el fondo ante un Estado inerme se levantas unos ciudadanos que por todo protestan y no aportan alternativas de solución. Tal fácil es destruir: un edificio, por más fuerte que sea, se destruye con la moderna maquinaria, en días; ahora, por favor, constrúyalo, ¿cuánto tiempo gasta? Después de doscientos años, infortunadamente, no hemos logrado vivir en democracia. La mentalidad de esclavos que tenemos, exige tener la férula del verdugo para cumplir con nuestros deberes. No sabemos manejar la libertad. Ante gobiernos débiles se impone la ley del más fuerte. Quien protesta y comete acciones vandálicas es escuchado. Los espacios de diálogo no son tenidos en cuenta. Necesitamos un cambio estructural; pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?; ¿quién tiene la autoridad moral y la capacidad de liderazgo para hacerlo? Por doquiera se constatan tantas injusticias que estamos al borde de caer en una tiranía. Tiranías centradas en una persona o centradas en un partido. ¡Cuidado con el culto a la personalidad! Líderes que cuando están en la oposición claman y gritan, hasta con violencia, y, cuando llegan al poder se convierten en los peores tiranos. ¡Ah! No hay peor verdugo que aquel que ha sido esclavo. Las dictaduras y tiranías de todo pelambre están marcadas por el culto a la personalidad. Pobres pueblos cuando están gobernados por esa clase de especímenes, no entregan el poder por ningún motivo. Definitivamente la democracia se constata por la alternancia de los partidos en el poder; la dictadura de partido es un atentado contra la democracia. Lo más irónico es que tales regímenes se llaman “repúblicas populares”. ¿Cuál pueblo? Aquel que está inscrito en el partido y, ¿quién piense lo contrario? Pues, ni modo, está proscrito. Los “tianamens, los gulags y los campos de concentración”, en algunos lugares con otros nombres, se siguen dando, a pesar de que se siga cacareando democracia. Ahora, sin justicia social, no hay democracia. Un pueblo con hambre no puede ser demócrata. ¿Por qué nuestro hermano país, Venezuela, llegó al estado actual? Respuesta: varias causas, pero la principal, la corrupción total del país, de modo especial de la clase dirigente. No olvidemos que para llegar a la tan trillada paz, tenemos primero que pasar por la justicia. La paz no llega por sí sola. Sin justicia, no habrá paz.
