LA COLUMNA DE TOÑO
Por P. Toño Parra Segura
padremanuelantonio@hotmail.com
En este Domingo XIII del Tiempo Ordinario, Jesús nos invita a seguirle, exigiendo para sí un amor preferencia, ya que, se supone que hemos vencido el miedo al riesgo de seguirlo, las tres lecturas de la liturgia de este día se complementan en motivación para poder seguir a Jesús de una manera decisiva y coherente.
Las consignas son muy claras y fuertes: preferir a Cristo con un amor total, darle la propia vida y hospedarlo en la persona del otro.
La radicalidad es indispensable para tomar las decisiones: casi siempre no nos decidimos por la falta de convicción en creer en lo que se nos promete. Al anunciar a los más puros amores humanos, Jesús no se pronuncia contra el amor a los padres, que Él ha sancionado con un mandamiento, pero si establece un criterio preferencial. Dios es el primer valor, no se trata de odiar nada como lo insinúa San Lucas en su Evangelio, sino de elegir primero a Dios, amando menos lo que es distinto de Él. Jesús lo cumple en su vida afectiva: ¿“Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en las cosas que son de mi Padre”? eso es amar primero a Dios que a sus queridos padres que lo buscaban con preocupación en el Templo. En cuanto a la segunda consigna de llevar la Cruz, es algo esencial al misterio redentor no se entiende aquí por “Cruz”, el instrumento bárbaro del suplicio: significa todo el esfuerzo que nos convierta en fieles cumplidores de la voluntad del Padre. Jesús tomó la Cruz con amor y transformó todas las realidades humanas, en especial la del sufrimiento. Tocada por Él, la Cruz se convirtió de fracaso en signo de vida, de locura a los ojos del mundo en suprema sabiduría de Dios el triunfo del bien sobre el mal, del amor sobre el odio por eso en lugar de hablar de la Cruz como algo pasado e insoportable, deberíamos más bien sentir un gozoso amor preferencial al crucificado. Al dar la vida por nosotros en la Cruz, nos enseñó la realidad del bautismo, que nos sumerge y nos saca de las aguas de la muerte para no temerla, sino para unirla a la resurrección definitiva.
Y la tercera consigna y la más práctica es la de poder hospedar a Jesús, pensando y actuando en los hermanos por extraños que sean.
El pasaje hermoso del libro de los Reyes donde una piadosa ama de casa entiende y descubre en el forastero a un profeta necesitado de aliento y de descanso nos alienta a ver en nosotros la persona del itinerante Jesús, Eliseo, el hombre de recias convicciones, de audacia y de autoridad en una época titubeante, hace presente a Dios por medio de un signo, “recompensa de profeta”. La piadosa mujer cuyo nombre lo oculta en el libro segundo de los Reyes recibe como premio a su hospitalidad el gozo de la maternidad. Nos enseña ese texto el valor de servicio desinteresado al prójimo que lo necesita. El Evangelio hace la promesa de recompensa abundante hasta un solo vaso de agua dado a un pobre “por ser discípulo suyo”. No es por mera composición humanitaria sino viendo en el otro la imagen del Señor.
Veamos en nuestra ida si se da esa coherencia entre decir que se tiene mucha fe y las exigencias y consignas del mensaje de hoy. Todo hospedaje dado en nombre del Señor debe ser la consecuencia de la comunicación que recibimos cuando el Señor “viene a nosotros y hace morada en el corazón” con toda la Trinidad. ¿Cómo manejamos los efectos? ¿Cómo llevamos la Cruz de la vida? ¿Cómo es la alegría de hospedar a alguien en la casa?
