Diario del Huila

Una luchadora en un ‘mundo’ de hombres

Mar 26, 2021

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DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA

Por: Hernán Galindo

Tatiana Castañeda es una mujer de admirar. Pese a una vida sufrida, está llena de amor, humidad, valentía, ajena a rencores o vicios. Lo suyo es trabajar y trabajar, con juicio y responsabilidad, para ganar unos pesos con los cuales sostener la familia de 4 miembros más.

Se gana la vida como lavadora de carros, en un negocio sobre la avenida Circunvalar, en un mundo dominado por hombres, de machismo. Hasta allí llega desde su casa en el barrio Primero de Mayo, donde reside con limitaciones, muchas veces a pie “para desestresarme, olvidarme un poco de todo lo que me rodea y toca”, cuenta, abriendo unos hermosos ojos verdes, que destacan en la piel blanca y cabeza rubia.

Cabeza de familia

Desde los 7 años está trabajando, luchando y sufriendo…aunque no se queja ni culpa a nadie. Estudió hasta octavo grado en la escuela José Eustasio Rivera. No volvió porque con casi 14 años resultó embarazada de un mal hombre, “de una porquería de persona”, vicioso, maltratador y abusador, de quien hace tiempo huyó. “Me cansé y me abrí”.

De la relación, manifiesta con alegría la muchacha cabeza de hogar, quedó lo que más ama en la vida, los motores que la mueven y conmueven a seguir en la batalla, aunque la dicha no sea plena.

Dos hijos. Gabriela, de 7 años, tiene problemas de vocalización, de habla, requiere atención especial. Y Jerónimo, 5 años, sufre de autismo, por eso necesita una educación profesional, no lo aceptan en cualquier escuela. Para ambos, muy seguramente, su madre es su heroína de carne y hueso.

La jornada es de 24 horas corridas, descansa un día para retomar la labor de nuevo.

La jornada es de 24 horas corridas, descansa un día para retomar la labor de nuevo.

En la lucha la ayuda su mamá, María Erika Muñetón, encargada de la casa y de los infantes. Con ellos vive un hermano adulto de Tatiana, otro drama, que no puede trabajar y no dejan salir a la calle porque puede sufrir un ataque de epilepsia, que le repite en cualquier lugar y hora, nos cuenta, sin quejarse, sin rabia, mientras sigue en la faena de aspirar un auto.

La jornada laboral inicia a las 7 de la mañana hasta la misma hora del nuevo día. 24 horas seguidas entre agua, jabón, mangueras, trapo, suciedad y limpieza, en un oficio que normalmente desempeñan hombres. “Las mujeres también podemos. Y lo hacemos bien. Sin pereza”, afirma.

Descansa un día y vuelve a iniciar el ciclo. Así le toca, duro, fregarse, para llevarse 50 mil pesos, menos lo que gaste en comida, cuando ha tenido un día bueno, que en estos tiempos son contados.

“Hay veces se va con 10 0 20 mil pesos, depende, más propinas. Imagine la crisis cuando nos cerraron en lo peor de la pandemia”, nos cuenta ‘Pilo’ Ávila, el administrador de Full Car Service, tras señalar que la recibió hace más de 3 años. Tiempo en el que aprendió muy bien la tarea, “comprometida, berraca, por eso, ha conseguido clientela propia que la prefiere y busca. Es una mujer que ha sufrido mucho”.

‘Mi vida, mis hijos’

Pero, Tatiana no protesta, habla con dulzura, sin resentimientos, pese a extrañar poder estar todas las noches con sus hijos para darles la comida, ver televisión o contarles cuentos. Con tantas necesidades y ahorcada económicamente, tampoco los puede llevar a un cine, al parque de diversiones, al centro comercial. No tiene plata ni tiempo y, menos, vacaciones.

Sin embargo, se inventa lo que sea y cómo sea algo para estar con ellos: “Los llevo a caminar, al parque, al río, a entretenernos en lo que podamos y cueste poco. Lo importante es estar con ellos. Porque por ellos es que vivo, trabajo, me esfuerzo…para que nos les falte nada, estudien, tengan un futuro. En lo que ellos quieran”, asegura, y le brilla la cara.

¿Y para usted qué quiere? “Me gustaría terminar bachillerato. Quisiera validar de noche o día, como sea. Creo que así podría tener mejores oportunidades para mí y para mis hijos”, comenta, justo cuando termina la lavada del carro, ayudada por su actual pareja, Lorenzo Cuéllar, que también trabaja en el sitio.

¿Cree en Dios, qué le pide? “Que me ayude a sacar a mis hijos adelante”, afirma convencida, porque ella es quien más sabe que todo su esfuerzo y sacrificio vale la pena por Gabriela y Jerónimo. “Los quiero mucho”, dice y sonríe.

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