DIARIO DEL HUILA, EL BOTALÓN
Roque González Garzón, ex rector USCO, Contertulio de El Botalón
PETER DRUCKER en 1997, hace 23 años, se refirió a la educación superior de esta manera lapidaria: “Las instituciones de educación superior no sobrevivirán. La educación superior se encuentra en una profunda crisis. El campus universitario tradicional no sobrevivirá. Los edificios universitarios de la actualidad son completamente inadecuados y totalmente innecesarios”.
Lo anterior lo recordó el rector de la Institución universitaria CEIPA, con sede en Medellín pero con alumnos en varios países gracias a su avance importante en la educación On Line (por Internet), Diego Mazo Cuervo, el pasado 9 de febrero en nuestra tradicional tertulia de los martes. El invitado presentó sus argumentos bajo la denominación “Construyendo Un Modelo de Universidad para la Sociedad del Conocimiento” exponiendo su pensamiento en torno a una temática de actualidad por el impacto de la pandemia en todo el sistema educativo pero que ha desnudado su problemática estructural que nada tiene que ver con la emergencia.
La universidad llega al siglo XXI con las siguientes características:
- Desconocimiento de su entorno
- Actividad académica poco pertinente
- Insatisfacción de egresados y empleadores con los resultados de la universidad
- Investigación desfasada y poco contributiva a la problemática del entorno
- Modelo educativo para formar masas
- Currículos en muchos casos preestablecidos en tiempo y espacio
- Ubicación del profesor como eje central de la formación
- Escasa articulación aprendizaje-empleo
- Ausencia de debate acerca del deber ser de la universidad.
La globalización y el impacto en la universidad
Desconocer el entorno, una de las debilidades de nuestras universidades, implica no entender que la sociedad actual definida como “Sociedad Global”, está determinada por la integración de los países que conlleva la comunicación e interdependencia entre sus mercados, sus industrias, sus diferentes culturas, sus recursos humanos y, por consiguiente su educación y su saber, entre otros factores. Esto obliga a las instituciones de educación superior a adaptarse y sumarse a las demandas de esta Sociedad, por sus profundas implicaciones en:
-El mercado laboral de los egresados. Los egresados deben competir en un mercado abierto e internacionalizado:
-Los cambios y avances tecnológicos y su universalización que exigen velocidad en la asimilación del conocimiento y actualización permanente en el ejercicio de las profesiones. Caso contrario, cuando el estudiante egresa de la universidad ya es obsoleto.
– La universidad dejó de ser local y única formadora de profesionales
Esta improvisación dejó al descubierto la falta de preparación de nuestras universidades y su escasa adaptación a los cambios.
La Sociedad del Conocimiento
El siglo XXI, se denomina “la Sociedad del Conocimiento” por la aparición de las nuevas tecnologías, la nanotecnología, la biotecnología, la ingeniería genética, el internet de las cosas, la inteligencia artificial. Pero, también apareció, o se reconoció, el calentamiento global, cambios climáticos, pérdida de puestos de trabajo y hasta pérdida de privacidad y libertad; hoy estamos en manos de algoritmos que hacen visibles nuestros sentimientos, deseos, gustos y hasta nuestra vida privada, incluyendo la seguridad. Estos cambios sucesivos en la sociedad obligan a la universidad a realizar modificaciones en su misión, visión, objetivos, tipos de organización, para hacer fácil una transición de una institución anacrónica a una organización dinámica que recoja con celeridad los transformaciones de la sociedad y del sector real.
En la Sociedad del Conocimiento
Las profesiones dejan de ser rígidas para tornarse multidisciplinarias; en una profesión pueden converger diferentes disciplinas. Para evitar la obsolescencia de las profesiones, la universidad está obligada a “reciclar” a uno de sus principales productos: El egresado creando aprendizajes continuos y perdurables, a lograr el aprendizaje centrado en el alumno, buscar la “deserción cero”, integrar la formación universitaria con los niveles que la preceden, hacer de las instituciones un lugar atractivo para los estudiantes; articular la formación con el sector real, convirtiendo a éste en un verdadero laboratorio de práctica y, lo que es mas importante, formar a los docentes para que respondan a estos cambios, lograr que se tornen en verdaderos motivadores, consejeros académicos y orientadores, quitándoles el papel de transmisores de información.
La universidad debe convertirse en un verdadero laboratorio para el logro de las competencias blandas: la conducta ética, la tolerancia, la libre competencia, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la iniciativa, la curiosidad intelectual, entre otros.
El COVID 19 y sus efectos sobre la universidad
Con la llegada del COVID19, las instituciones educativas, en sus diferentes niveles, cerraron sus puertas para cumplir con las exigencias de la bioseguridad. En el mundo, muchas instituciones, en particular las instituciones de educación superior, no tenían otras alternativas diferentes a la modalidad presencial para entregar el conocimiento a sus alumnos y cuando debieron reiniciar actividades se vieron obligadas a improvisar estrategias que les permitieran cumplir con los compromisos adquiridos con la sociedad, alumnos, padres de familia, sector real y autoridades.
Esta improvisación dejó al descubierto la falta de preparación de nuestras universidades y su escasa adaptación a los cambios generados por las mutaciones de la sociedad global y la del conocimiento.
Los cambios que no se hicieron oportunamente llevaron a las instituciones de educación superior a adquirir, precipitadamente, infraestructura tecnológica, en algunos casos desactualizada, a orientar las clases con la misma metodología y didáctica empleadas en la presencialidad, sin conocimiento de los recursos informáticos que poseían alumnos y profesores, sin adecuar los contenidos y conocimientos a los avances existentes en las bases de datos y en otros medios a su alcance.
La experiencia vivida obliga a las universidades a cambiar sus paradigmas para ajustarse a las nuevas realidades y así lograr las respuestas que la sociedad le demanda.
Para ello las universidades tienen que:
- Garantizar estrategias virtuales que combinen la virtualidad con la presencialidad
- Adelantarse a las necesidades de la sociedad y solucionar en tiempo real sus requerimientos.
- Lograr los instrumentos necesarios para combatir los cambios climáticos, las epidemias, las inequidades, las crisis económicas y alcanzar así una mayor y mejor inclusión social.
- Diseñar programas académicos flexibles, abiertos y sea actor principal de transformaciones radicales que se ajusten a los cambios de la sociedad y generen competencias globales.
- Aprovechar los recursos tecnológicos para que los docentes acompañen a sus estudiantes desde el momento de ingreso hasta finalizar sus estudios, y los sigan aún con posterioridad al egreso.
- Una universidad preocupada por lograr en sus alumnos las competencias blandas que requiere el profesional como persona
- Una universidad que logre egresados resilientes, es decir, con capacidad para el cambio.
- Una universidad dual.
- Una universidad en donde los ladrillos dejen de ser su principal desarrollo.
Finalmente, toda esta gran tarea que nos recordó el Rector Mazo Cuervo, que acaba de terminar su doctorado en Sistemas aplicados a la educación (el es Ing. De Sistemas) que debe hacer las universidades, contrastan con las preocupantes noticias sobre nuestra universidad Surcolombiana, enfrascada desde hacer rato en conflictos político-burocráticos que atrasan las opciones de la sociedad Surcolombiana, precisamente cuando se pide y se espera más de la universidad.
