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‘Viviendo’ de la basura de los neivanos

Abr 20, 2021

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DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA

Por: Hernán Galindo

No sabe cuántos kilos arrastra o empuja en la pesada carreta, cargada de botellas, plásticos, panales de huevos, cartón, metales y otros materiales reciclables, como leña, que utiliza en su humilde casa en el barrio Las Palmas donde no hay gas.

Lo que sí sabe María Cleofe Perdomo es que son muchos las cuadras y kilómetros de patoneadas que se ha pegado rebuscándose la vida, recogiendo la ‘basura’ de los neivanos.

Tiene 46 años y dos hijos. Una mujer, Geraldine, que le dio un nieto, Juan Pablo; y el mayor, que trabaja en el campo. Junto a dos hermanas menores las sacó adelante el papá, que fue abandonado por la mamá, “por viejo”, por diferencia de edad, cuando ellas estaban muy pequeñas.

Vida dura

Cleofe, mismo nombre de la abuela paterna, y así la llaman en el trabajo, cuenta que fue el principio de una infancia muy difícil. El padre bregando con tres mujeres, de casa en casa, pagando alquiler y la plata que no alcanzaba. Sin embargo, siempre mantuvo relación con su madre, “de un carácter muy fuerte, es muy rebelde. Todavía”.

Cuando cursaba quinto de primaria, debió salir de estudiar por la apretada economía familiar. Validó bachillerato “a los treinta y piola de años” porque no sabe cuándo lo necesite, “y uno quedarse solamente con leer y escribir como que tampoco”.

Desempeñó distintos trabajos. En casas de familia, de mesera, en pequeñas empresas, en distintos negocios y recolectando café hasta que, empujada por las necesidades, “los gastos no esperan”, las obligaciones menos, se metió de recicladora por invitación de una amiga.

“Le dije dígame cómo es porque no puedo dejarme morir sin hacer nada” y ya lleva tres años. Se levanta a las 3 y media para recorrer con el carruaje de ruedas la zona oriental de la ciudad. La Gaitana, Ipanema y La Floresta.

Después de mediodía llega a la bodega donde le compran el material recogido, en jornadas muy duras. “Muchas veces sin desayuno ni almuerzo, empujando el carro, al sol y al agua, y más para uno de mujer, hasta regresar a la casa. Aunque uno se acostumbra”.

Cleofe, ¿lo llama basura o material reciclable? “Para muchos es basura, pero para nosotros es lo del diario vivir”.

¿Se pone brava si le digo que usted vive de la basura? “Para nada, porque es así. El trabajo no es deshonra. Es ganarse honradamente lo que uno merece”

Es muy creyente, en Dios y La Virgen. Les pide que nada le falte, la comida y principalmente la salud “porque lo demás uno lo consigue. Para qué tanto dinero si uno se muere y nada se lleva en el ataúd”.

Tarea esclavizante

No se queja ni protesta, pese a que a veces siente que las fuerzas la abandonan. “Es un trabajo esclavizante. A veces uno se aburre, pero al tiempo pienso que si lo dejo entonces qué me pongo a hacer. Si hubiera alguna opción, de uno ponerse a hacer algo…, pero qué”.

Pese a la fatiga, al sudor, al esfuerzo permanente que no da tiempo para casi nada, confiesa que es vanidosa, se arregla, maquilla y peina. “Normal, como toda mujer, uno sigue con su vida normal. El trabajo ni quita ni resta. Todo va en la personalidad”.

Pertenece a la Asociación Alape, una forma de formalizar el oficio, en el que le pagan por peso, por kilo. En tiempos malos puede haber días de 3 o 4 mil pesos, aunque hay buenos con 15 o 20 mil pesos.

No tiene o no se hace muchas ilusiones. Una de las pocas o tal vez la única es poder arreglar el ranchito que heredó del papá, del que debe todo “Ay, Dios mío, porque cuando llueve, parece que cayera más agua adentro que afuera. Toca buscar ollas y baldes y regalarlas por las dos habitaciones, pero que vamos a hacer”, manifiesta y suelta la risa.

¿Y tiene mucha competencia en su ruta? “Jummm…mucha gente. Hay demasiados recolectores (ni idea cuántos en Neiva). Donde salga encuentra. Cada día más.  Andan a pie, con carretas, en bicicletas y triciclos. En moto, a la que le pegan una zorra y, todos, a rebuscar residuos”.

Del pago que todos los ciudadanos hacen por la recolección aseo es poco o nada lo que sabe. Tampoco entiende. Lo que sí entiende y les pide es que colaboren en la labor ecológica.

“Ayudaría mucho nuestro trabajo y no habría regueros por los indigentes y animales que son los que rompen las bolsas”, afirma, y empieza a empujar la carreta calle octava arriba.

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