Diario del Huila

Vuelve el circo romano para los cristianos

Jul 21, 2021

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Para los romanos en la época del Imperio, era un atractivo espectáculo, ir al coliseo en época de verano y otoño, para ver cómo las fieras devoraban a los cristianos. Era un delito ser cristiano, ¡qué horror! Al leer la historia de la humanidad, se constatan escenas escalofriantes, -el hombre resulta la bestia más feroz de la jungla-. Excúsenme decirlo, me avergüenzo de ser homínido. Los fanatismos de todo pelambre pareciera que se hubiesen superado, ¡falso! Hoy ha aparecido, bajo diferentes nombres, un fanatismo más inhumano que nunca. A setenta y tres años de haber suscrito la Comunidad de Naciones, la Declaración de los Derechos del Hombre, la cultura hodierna está siendo salpicada, mejor, inundada de catastróficos hechos de violencia y sevicia. ¡Qué cultura tan agresiva que vivimos! Ya no se puede pensar distintito. Se grita democracia, pero si alguien disiente de nosotros, ya está proscrito, hay que llevarlo a la picota del degüello. Estamos lejos de la democracia añorada por siglos. Pareciera que tenemos mentalidad de esclavos, nos gusta que la férula esté para cumplir con nuestros deberes. El esclavo necesita verdugos; el libre necesita una conciencia bien formada. Los apologistas latinos y griegos en sus escritos y, sobre todo en sendas cartas enviadas a los emperadores, argumentaban que no había ninguna razón para perseguir a los cristianos, por el contrario, estaban contribuyendo a la prosperidad del Imperio. No se entendía por qué se perseguía a los cristianos, si incluso, obedecían al emperador y a las leyes imperiales; eso sí, no le daban culto al emperador y ni le daban culto a las instituciones; las respetaban, pero no las idolatraban. Invito al lector a buscar en google la carta a Diogneto en donde se puede constatar el absurdo de perseguir a los cristianos. Excúsenme decirlo, hoy, para muchos, la carne de cura resulta un suculento manjar. A los sacerdotes les pasa lo de los aviones: en este momento, -bueno, ahora por la pandemia no tanto-, están sobrevolando en los espacios aéreos millares de aviones; los aviones no son noticia, están cumpliendo con normalidad sus itinerarios. Haya un accidente y,… entonces, titulares de primera página. Así pasa con los presbíteros. No es noticia la silenciosa labor en favor de los enfermos, el acompañamiento a los cristianos en su vida espiritual, el ejercicio de la paternidad espiritual, el evangelizar en las montañas y veredas; allí donde no hay presencia del Estado, está un sacerdote embarrado y cansado, pero lleno de amor. Infortunadamente si un sacerdote cae en el horroroso pecado de la pedofilia, -bueno, hay que castigarlo, haciendo el debido proceso, suspenderlo del ministerio y que las autoridades civiles lo manden a la cárcel, si se comprueba el horrible delito del abuso de menores, -¡ni más faltaba que no se hiciera!-; ¡qué perla de noticia! Se vende, ¿verdad? Pero se desconoce la ingente labor de tantos buenos ministros que acompañan con amor a sus comunidades, necesitadas de paternidad espiritual. Los cristianos resultamos incómodos al defender el matrimonio y la familia, como núcleo de la sociedad; defendemos la vida desde el momento de su concepción.

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