Por: Jaime Felipe Lozada.
Avanza en el Congreso de la República la discusión y la aprobación del articulado de la reforma pensional presentada por el Ministerio del Trabajo, (al momento de escribir esta columna había sido aprobado el 50% del mismo), la cual de las propuestas presentadas al Legislativo (dos de archivo, una del Gobierno y otra alternativa), fue la que obtuvo mayorías y acabó recibiendo el aval de los congresistas para ser estudiada y debatida. El cambio más notorio con respecto al texto inicial presentado por el gobierno, acordado con el Partido Liberal luego de una reunión de bancada con el presidente, fue la reducción del umbral de cotización obligatoria en Colpensiones, que estaba en 3 SMLMV y cayó a 2,3 SMLMV. Modificación insustancial.
Con la aprobación de la reforma pensional, prácticamente sin oposición y con la maquinaria del gobierno a todo vapor, Gustavo Petro pisó el acelerador y va por un gran botín nutrido de abundantes recursos para promover su anunciada constituyente y fortalecer su proyecto “progresista”. Nada mejor para tal fin que distraer con promesas de igualdad y estabilidad, y al mismo tiempo -al mejor estilo del socialismo del siglo XXI-, hacerse con el control del sistema de salud mediante intervenciones y decretos, como efectivamente lo está haciendo, y del pensional mediante la expropiación del ahorro pensional al acabar de tajo con el derecho de los colombianos a elegir quien administre sus ahorros para la vejez. De esta manera, el gobierno nos estaría obligando a que todos, indistinta e independientemente de nuestros ingresos, lo hagamos en el fondo público, dándole una estocada de muerte a los fondos privados, pero también cercenando la libertad de mercado esencial en una democracia y establecida en nuestra vigente, y según el presidente moribunda Constitución. Sí, Petro quiere expropiar y controlar los cuantiosos recursos de la salud y de las pensiones para, al mejor estilo kirchnerista, financiar sus delirantes promesas como el tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla, el aeropuerto internacional en La alta Guajira, o los canales interoceánicos, y quien sabe cuántos disparates más. Todo esto, desviando los recursos que deberían destinarse a los pagos pensionales, tal como ocurrió en Argentina con la nacionalización de los ahorros de los trabajadores, donde los fondos fueron transferidos a un sistema de pensiones controlado por el Estado, que generó una deuda exorbitante de 30 mil millones de dólares, una gran crisis social y atornilló al poder a la familia Kirchner.
Según expertos en la materia como el profesor Jorge Restrepo de la Universidad Javeriana, la reforma pensional no aborda los privilegios y desequilibrios existentes en el sistema pensional colombiano y por el contrario introduce algunas
inequidades de género y agrava otras. Además, como acertadamente lo dijo el senador David Luna en la discusión sobre la reforma en el Senado, los colombianos que hayan ahorrado el producto de un salario mínimo de cotización entre las 0 y 300 semanas, serán obligados a recibir esos ahorros al 0% de interés, cuando la legislación actual lo contempla mínimo al 3% de intereses, abofeteando a miles de colombianos que han creído en las bondades del sistema y verían evaporarse como por arte de magia los rendimientos de sus ahorros. No cabe duda de que Colombia necesita una reforma pensional, pero una que acabe los regímenes especiales, corrija la regresividad, mejore la cobertura e incentive el ahorro con mecanismos disruptivos de acceso y la cotización mediante la flexibilidad laboral para combatir la informalidad. Además, que sea sostenible en el tiempo para no poner en riesgo el eventual ahorro pensional nuestros jóvenes, quienes con esta reforma necesitarán en un futuro sendas reformas tributarias para poder pagar las obligaciones pensionales.
Por favor, señores congresistas, sean responsables y no permitan que el gobierno confisque nuestros recursos de las pensiones para tener un gran botín para financiar indebidamente gasto público y clientelismo. Recuerden lo ocurrido en Venezuela en donde Chávez tan pronto llegó al poder emprendió esta misma acción y lejos de asegurarle una vejez digna a los venezolanos, acabó con la clase media más boyante de Latinoamérica y una las economías más prósperas y pujantes del mundo.
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