Mi amigo Fernando Navarro, escritor, filósofo e investigador mexicano, me ha hecho llegar una magnífica disertación sobre el principio femenino y su insoslayable presencia en el dinamismo de todos los seres, de todos los mundos. Me ha gustado la narrativa tanto por la fuerza argumentativa desde la perspectiva de un razonamiento científico como por la sensibilidad que despierta hacia la comprensión de mundos solo posibles desde la influencia femenina, bien sea ella una simple mortal o una diosa. Por ello, quiero compartir con los lectores este magnífico aporte que nos hace Fernando, a quien concedo, como es propio, todo el crédito de esta interesante exposición.
Desde lo inmensamente grande, pasando por lo humano hasta lo infinitamente pequeño hay una constante expresada en diversas formas en que se nos revela el universo. Los científicos han descubierto que las matemáticas son una especie de lenguaje por medio del cual se puede expresar y explicar todo el mundo de los fenómenos. En el mundo hay fuerza, carga, número, movimiento y medida de tal manera que quien los conozca puede hacer y comunicar cosas, además de servir para entender tal mundo y el funcionamiento del universo. Ese “lenguaje universal” esta sintetizado en el Sistema Internacional de Medidas (S.I.M.) que define cada aspecto de la materia, fuerza, energía y velocidad, de manera que todos las puedan entender, medir y aplicar. Las condiciones para la atracción y la repulsión de los cuerpos son mecanismos que se originan dentro de los átomos, mientras que los fenómenos eléctricos y magnéticos son del ámbito de la vida humana, así como los de la gravedad y el espacio del nivel más grande correspondientes a los cuerpos celestes y las galaxias. La ciencia actual está empeñada en lograr una formula universal que integre todos los fenómenos medibles y observables, sin logarlo hasta ahora. El secreto de esa unificación está en el principio femenino que en algunas ideologías y credos se le llama: Madre Divina. A las fórmulas de la materia le hace falta la conciencia espiritual que es la base de la vida. Esto se debe a que la razón de la existencia del mundo es el ser humano presente en él; y ella, como principio femenino, es la madre donde se gestó el mundo y la vez donde se gesta el ser humano.
En todos los fenómenos universales, humanos y atómicos está presente la Gran madre espiritual. Si el Padre es la luz, ella es la gravedad: como madre cósmica que sostiene y mantiene al universo firme en su marcha atrayendo a los cuerpos entre sí en proporción a la masa y al espacio que ocupan. Si Dios crea las cosas, ella es el Prana, vocablo indú, que impregna, da la vida y hace posible su renovación. Cada vez que alguien respira es ella la que actúa. Ella es electricidad, esa fuerza que reside en lo más íntimo de la materia. Ella es magnetismo como la fuerza que une o repela a la materia que está en movimiento.
En los hombres o mujeres solteros ella es electricidad latente y magnetismo puro mientras que en los seres humanos que viven en pareja heterosexual obtiene la forma de electromagnetismo: las dos fuerzas en acción, unidas en el ámbito humano. Con esa fuerza en acción se puede crear y también producir nuestra transformación. Por eso es que ella, la mujer, la madre, el principio femenino cósmico, es también la cohesión indispensable para lograr una especie de liberación material hacia el mundo espiritual. Solo sosteniendo juntas las fueras en acción es posible que produzcan efectos duraderos. Ella es esa fuerza centrípeta que le da cohesión a los cuerpos planetarios y que mantiene el fuego en lo profundo de su interior. En las religiones se sabe que ella se encuentra en el cielo, en la tierra y en el infierno. De esa magnitud es su poder y el alcance de su presencia. Es lo mismo que la ciencia ya comprobó, pero no reconoce como atributos de ella. Los místicos de todas las épocas y de todos los lugares del mundo que la han conocido le cantan a su poder y su presencia con los anhelos que solo un hijo, que sabe que depende totalmente de Ella, puede hacer. Para el que ya evidenció su presencia Ella es vida, felicidad, conocimiento y existencia plena.
Estas asombrosas analogías son posibles no solo por ser ella la personificación de una madre amorosa con la capacidad de darle a su hijo lo que le pida sino incluso hasta de anticiparse a sus ruegos cuando estos tienen que ver con sus atributos. Ella es la inteligencia que está presente en todo. Nada escapa a la gravedad, el magnetismo, la electricidad, la fuerza y la cohesión. De la gran madre espiritual emanan los niveles por medio de los cuales todo eso es posible por el movimiento que le imprime. El mundo y la expresión de los seres, son como son porque se mueven, la vida es movimiento y la Gran Madre espiritual es la que hace todo posible. Ser devotos de la Madre Divina no es solo una actitud mística, puede ser también una actividad científica. A esos que lo logran, tanto de uno o de otro campo, Ella les seguirá revelando sus secretos.