Gloria Camargo
En Sáchica, un pequeño pueblo ubicado a unos 40 minutos de Tunja, la capital de Boyacá, el consumo de cerveza es una práctica común en el trabajo. Los alfareros, maquinistas y agricultores, entre otros, suelen comprar petacos de cerveza a sus patrones antes de comenzar la jornada. Algunos de ellos aseguran no experimentar «guayabo» (resaca) pero sí una intensa sed al iniciar, terminar y durante el fin de semana.
El camión de cerveza solo pasa dos veces por semana, los martes y viernes, para surtir los locales comerciales como Los Cachacos y Mercafamiliar, mejor conocida como la tienda de doña Estelita. En un fin de semana normal, llegan a venderse hasta 1.800 botellas.
Ante esta situación, los sachiquenses han comenzado a hacer fuerza para que se instale un monumento gigante en la plaza, en forma de cerveza. Sin embargo, no todo es color de rosa. En los últimos años, al menos cinco personas han perdido la vida en accidentes de tránsito y otras 18 han resultado heridas debido al consumo excesivo de alcohol.
Una vez que terminan de tomar, los hombres suelen regresar a casa en motocicleta, lo que aumenta el riesgo de accidentes de tráfico. Al día siguiente, si tienen resaca, toman una cerveza «en bombas» o un aguardiente doble para «curarla» y poder seguir trabajando y bebiendo.
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Desde la alcaldía y la parroquia insisten en que el consumo de alcohol debe ser moderado para mantener la tranquilidad en el hogar y la economía familiar. Aunque en algunas casas son las mujeres quienes toman más que sus esposos, lo que ha llevado al párroco a predicar que «la cerveza destruye la familia y la economía».
A pesar de los riesgos asociados al consumo excesivo de alcohol, la cerveza une a la comunidad de Sáchica. Los habitantes del pueblo llegan a consumir hasta 190 litros de cerveza por año, lo que supera la cantidad que se bebe en la República Checa, conocida como el país que más cerveza consume en el mundo.
En el último paro de camioneros, los habitantes de Sáchica solo permitieron el paso del camión de la cerveza y le pidieron que pagara «el peaje» con 80 canastas. Todas se agotaron ese fin de semana. El amor por la cerveza en Sáchica es tal que algunos dicen que es como el hambre, que uno tiene que estar comiendo tres veces al día, pero ellos se toman unas 10 cervezas mientras trabajan.
