Los bloqueos viales de ingrata recordación para la sociedad colombiana, ocurridos el año anterior, con motivo del estallido social y la flexibilidad de las autoridades para conjurar estas protestas sociales, han vuelto a ser noticia durante las últimas semanas en algunos municipios del departamento. El deterioro progresivo de las vías, están generando múltiples inconformismos en las comunidades afectadas, porque ven que sus demandas sociales, no han focalizado el accionar gubernamental. Con la llegada del presiente Gustavo Francisco Petro Urrego, la sociedad colombiana, aspira que nunca se vuelvan a presentar dichos actos violentos que fueron utilizados como plataforma política para obtener el triunfo en las pasadas elecciones presidenciales. Pero, en el departamento del Huila, han vuelto a florecer estas vías de hecho. Los taponamientos en algunos sitios estratégicos están a pedir de boca.
No podemos que se haga carrera a estas últimas alturas, que cualquier inconformismo social que se presente en una determinada localidad, se convierta en un taponamiento de las vías. Desafortunamente el Estado ha venido fallando en la satisfacción de las mínimas necesidades de las familias huilenses, que se convierten en material comburente, que conducen a tomar las cosas de hecho. Afortunadamente, el gobierno departamental y algunos alcaldes han estado colocándole el pecho a estos malestares, buscándole una salida positiva en la solución de estas problemáticas.
Recientemente estuvo cerrada la vía que de Neiva conduce al Corregimiento de Fortalecillas y a los municipios de Tello, Baraya, Colombia y Villavieja. A través de diálogos y acuerdos, el gobierno departamental logró que se levantaran el taponamiento de seis horas que duró estas movilizaciones sociales. Recordemos los efectos de los persistentes bloqueos ocurridos el año anterior. Provocaron destrucción de puestos de trabajo que superaron 5,5 millones de empleos. Los costos de estos paros, no parecen acabarse, no solo porque golpean la mayoría de los sectores productivos, que amenazaron con descarrilar la senda de la economía nacional hacia la reactivación.
El Estado debe cumplir con todos los acuerdos que se logren pactar. No se le pueden seguir mintiendo, sobre todo en épocas preelectorales que les prometen esta vida y la otra. Pero después se olvidan de lo prometido, con los efectos de inconformismo que ello, generan.
Por la vía de la humildad, todos los que tienen en sus manos superar esta complejísima coyuntura deben aportar para que las profundas heridas que hoy nos duele a todos por igual comiencen a sanar. Su cicatriz ha de ser signo de una sociedad que en un momento crítico sabe interpretar el desafío que tiene por delante: despojarse de orgullos, dejar de lado actitudes provocadoras, para escuchar al opuesto, reconocer y enmendar los propios errores, y trazar así la hoja de ruta del futuro en clave de cooperación e inclusión.