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“Hice, lo que interpreté que Dios quería que hiciera, amar a la gente”

Ago 20, 2022

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DIARIO DEL HUILA, REGIONAL
Por: Amaury Machado

Al celebrar sus 50 años a vida sacerdotal, el Padre Milciades Vargas Motta destacó tantos momentos compartidos con la gente que hoy le agradece y reconoce su entrega, amor y servicio por las comunidades en el Huila.

No hay parroquia o comunidad en la que haya estado el Padre Milciades Vargas, o ‘Padre Mincho’ como le dicen amistosamente, donde no haya dejado a su paso una huella de su amor a la labor a la que decidió entregar su vida entera, el sacerdocio, ministerio en el que celebra ya 50 años de servicio.

“Tengo la facilidad de hacerme amigos de todos, de conservar la amistad. Siempre donde yo he llegado como párroco la gente me pregunta, ¿padre, qué piensa hacer aquí? Y yo les respondo, quererlos y que me quieran. Como dice el evangelio, ama y haz lo que quieras. Cuando se ama a la gente, se le comprende, se le escucha, se procura estar en medio de ella, ayudarles en sus necesidades, acompañarlos. Eso es lo que yo he hecho y le doy gracias a Dios todos los días por las parroquias donde yo he trabajado”, expresa feliz aunque con cierto aire de nostalgia, pues cumplió además ya con la edad de 75 años para su retiro de la vida pastoral.

El Padre Milciades es huilense, nació en 1945 en Yaguará, en el hogar de José María Vargas Araujo y Bertilda Motta, que compartió con 13 hermanos. Su madre, con una firme virtud de piadosa, les enseñó a no faltar a la misa a las 5:00 de la mañana y a rezar el rosario diariamente.

Ana Elisa Cuenca de Perdomo, rectora del colegio en Yaguará fue a influir también mucho en esa formación religiosa del entonces niño Milciades, con el aprendizaje de valores, rectitud y amor por la Eucaristía. Cuenta que a él le emocionaba ver los niños acólitos, y gozaba con aquella celebración. Así nació su deseo ferviente de convertirse en sacerdote.

En 1957, a la edad de 12 años se fue a estudiar al preseminario de la Mesa de Elías, llevado por el Padre Jaime Tovar Ramírez. Tres años después pasó al seminario de Garzón. “Me fue muy bien en los estudios, comencé a ser un gran deportista, futbolista, era un ambiente sano, con buenos profesores de la comunidad de los Vicentinos, muy bien preparados casi todos en Roma y con un espíritu de generosidad para tratarnos”, refiere el Padre Milciades.

Al terminar el bachillerato, comenzó la carrera eclesiástica, que comprende 3 años de filosofía y 4 de teología. En el intermedio los seminaristas hacían un año de experiencia denominado magisterio, que debió hacer el seminarista Milciades Vargas en Garzón, y luego en Pitalito en la única parroquia que había en ese entonces de 1972, la de San Antonio, con el párroco Agustín Sierra, allí le colaboró como vicario.

José de Jesús Pimiento, Obispo de Garzón en esa época, los llamó para darles la orden del diaconado y presbiterado. “Nos ordenábamos el 15 de agosto de 1972 tres sacerdotes de la Diócesis de Garzón, el Padre Diógenes Valenzuela que ya falleció, el Padre Ramiro Charry que es el Párroco de Santa María de la Paz aquí en Neiva, y yo”, recuerda.

Un camino de experiencias

Ya ordenado como vicario parroquial, al Padre Milciades lo dejan en Pitalito, donde continuó recorriendo sus veredas predicando la Palabra. En 1973 fue trasladado a la catedral de Garzón, para al poco tiempo encardinarse con la Diócesis de Neiva que estaba recién creada con Monseñor Rafael Sarmiento, quien lo designó párroco de San Antonio de Anaconia y Vegalarga.

El Padre Milciades fue trasladado luego a la Catedral de Neiva y además lo nombraron Canciller de la Diócesis de Neiva, un cargo sobresaliente pese a estar recién ordenado. Su siguiente encargo para entonces el año 1977, fue fundar la parroquia San Juan María Vianey en el barrio El Jardín, a donde llegó solo con el Decreto en la mano, pues era todavía un sector con pocas casas, más parecido a una vereda.

Mientras una familia le prestó un piecita para ubicar el despacho parroquial, empezó el Padre Milciades su lucha por conseguir el lote donde erigir el templo. Otra familia que estaba en proceso de sucesión le regaló la mitad de este lote donde actualmente funciona la parroquia, y se propuso comprar el resto y así lo logró. Inicialmente se hizo el proyecto para el templo y la casa cural que fue primero una ramada donde celebraba las misas.

Pero Monseñor Sarmiento lo sorprendió en 1980 con la noticia de enviarlo a estudiar a Roma, a la Universidad Gregoriana. “Yo feliz, de irme jovencito a estudiar a Roma. Allá estuve tres años, hice especialización en Teología Moral y en Psicología Pastoral”, cuenta el Padre Mincho.

Estando en ‘la ciudad eterna’, le anunciaron que a su regreso al Huila ya lo tenían destinado para que fuera párroco de Campoalegre. Y efectivamente fue enviado a trabajar con gente muy querida en esta población, por 10 años. Luego lo nombraron párroco de la Parroquia San Vicente de Paúl, de Quebraditas en Neiva, donde estuvo a cargo 5 años, allí también le hizo arreglos al templo y al parque que queda en frente.

El Padre Milciades después fue nombrado párroco de la Parroquia del Perpetuo Socorro, en Campo Núñez, donde durante los 6 años que estuvo debió terminar la casa cural y remodelar el templo que luce como lo vemos hoy en día.

Seguidamente fue trasladado a la Parroquia Nuestra Señora de Aránzazu en el barrio La Gaitana. Allí no había casa parroquial, y el templo estaba deteriorado. El Padre Mincho se propuso remediarla con la construcción de la casa cural y la remodelación del templo. “Ahí tuve la intrepidez de poner los adornos del templo con una cena precolombina, con motivos agustinianos, es decir las estatuas de San Agustín con un sentido religioso. Ahí aparece el pan de la eucaristía, aparece el cáliz, son 12 estatuas que se realizaron para conformar la última cena. La gente admira mucho esa obra”, señala el sacerdote.

Después Monseñor Molina decide enviarlo para la zona oriente de Neiva a fundar la Parroquia de Santa Teresa de Calcuta. El Padre Milciades insistió en que fuera ella la patrona de esta comunidad, pues tuvo la gran fortuna cuando estuvo en Roma de conocerla en vida, de abrazarla y aprender de su humildad, su amabilidad, su vocación de servicio y de sus comunidades de monjas y sacerdotes. “Me enviaron también solo con el Decreto en la mano y sin nada más, sin siquiera un peso para poder arrendar una casa. Y además sin un metro de tierra”, dice.

Finalmente y luego de siete años de estar itinerante sin un templo, celebrando las eucaristías en la calle, bajo los aleros de las casas, debajo de un árbol, en locales y en los conjuntos residenciales de esa zona, logró con ayuda de la familia Duque Rengifo obtener un pedazo de lote donde iniciar a construir la parroquia, ubicado entre los conjuntos residencial Mykonos y Volterra, y que consta de 3.000 metros cuadrados, un sitio que se proyecta aun urbanísticamente.

“Cuando me dieron el lote, tuve la idea de comprarme unas alcancías en forma de una vaquita, yo las llamé ‘Esperancita’ y repartí unas 400 de esas en la comunidad para que comenzáramos a ahorrar, y cuando ya fuéramos a empezar a construir tuviéramos un millón de pesos por cada alcancía, soñaba con ese gran aporte para empezar. Cuando ya me dieron la escritura de este lote, gracias a la generosidad de Max Duque que me hizo realidad esta aspiración que yo tenía, muy feliz ya comenzamos a pensar en construir. Conté con la colaboración de Andrés Afanador para el diseño de la obra. Comencé a levantar columna y a echar el alistado del piso. Puse como techo unas polisombras y así fuimos poco a poco avanzando hasta tener este hermoso, sencillo, austero y elegante templo, en 5 años, tres de ellos en medio de la pandemia. La gente me ha colaborado mucho”, comenta el Padre Milciades.

Así pues, en esa parroquia de Santa Teresa de Calcuta, atendía hasta hace poco, a unos 25 condominios existente ya en esta zona del oriente de Neiva.

“Me siento feliz de ser sacerdote”

Por decisión del Obispo de Neiva, el Padre Milciades Vargas debió entregar la Parroquia de Santa Teresa de Calcuta el 30 de junio pasado, y retirarse, pocos días antes de cumplir sus 50 años de vida sacerdotal, exactamente el 15 de agosto anterior. Fecha especial que tanto él como su comunidad de Santa Teresa con la que estuvo por 13 años esperaban celebrar. Lo último que hizo para el templo el Padre Milciades fue entregar 50 bancas en madera teca que gestionó para que allí contaran con esta comodidad.

Construir comunidad, ha sido entonces la misión del Padre Milciades. La de iniciar o mejorar obras y tener sitios agradables y dignos para el culto a Dios y el servicio a la comunidad. Pasó sufrimientos, necesidades, pero también inmensas satisfacciones de compartir con la gente, con catequistas, jóvenes, niños.

“La ingratitud es de las cosas más horrorosas que existen. Yo he agradecido siempre sinceramente las colaboraciones que la gente ha dado con generosidad para hacer realidad las obras, que le presentó a Dios con amor. Y les pido siempre que oren por mí, como dice el santo Papa. Ahora me hago a un lado del servicio pastoral, pero sigo sirviendo a la comunidad, donde me necesiten puedo hacer un buen servicio”, dice el Padre Milciades.

 Agradezco a Dios por poder cumplir, de hacer con amor lo que Él me ha pedido, de salir con la consciencia tranquila de que me entregué a los más necesitados y a los pobres no solamente escasos de dinero sino a los que le falta amor a Dios y a los suyos”, dice el Padre Milciades a sus 77 años de edad.

En Yaguará, su tierra natal, le fue reconocida su labor de tantos años de vida sacerdotal con una celebración muy especial de sus Bodas de Oro, donde al pueblo le demostró su aprecio y cariño a tan gran yaguareño ilustre.

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