Por: Gerardo Aldana García
A Luis Carlos Sarmiento Angulo le preguntaron qué haría si su emporio económico quebrase y solo le quedara un capital de diez millones de pesos, a lo que el empresario respondió: Montaría una tienda en un barrio. Compraría tres millones en inventario e invertiría siete millones en publicidad. Vaya planteamiento de enorme valor, más viniendo de unos de los hombres más ricos de América Latina. En el Huila empresarial y socio cultural, solemos hacer justamente lo contrario: producimos ofertas de muy buena calidad, tenemos rasgos de identidad cultural de enorme reconocimiento que viajan a través de la obra de pintores, escultores, escritores, artesanos. Aunque la industrialización sigue siendo una de las frustraciones de los huilenses que nos conformamos con la venta de la materia prima o el producto cultivado, aun así nos quedamos cortos en aprovechar las ventajas comparativas que tenemos al disponer, por ejemplo, de diversidad de pisos térmicos para la producción de toda clase de frutas y otros alimentos. En campos como la formación universitaria, Neiva es una ciudad con una enorme oferta de claustros. Otro tanto ocurre con el sector salud con clínicas para tratamiento de enfermedades como cáncer, traumatología, clínica de ojos y estética, entre otras. En turismo, San Agustín y Tatacoa como oferta nacional y exportable, no pasan de moda y muy al contrario se acompañan de nuevas ofertas de agroturismo con un capítulo especial de miradores en el ámbito rural. El hecho es que, en los grandes momentos, en las citas de negocios, en los festivales de trascendencia nacional, el Huila brilla por su ausencia o si lo hace, es de forma tímida, sin el músculo de convocatoria. Con presupuestos escasos que emiten señales de disuasión frente a otros destinos, tanto para visitar como para invertir. Aquel que solicita con timidez, invita a negar, una práctica en la que los huilenses giramos como corcho en remolino.
En otro de los ámbitos, el político, es un termómetro para saber que, pese al fervor por el Pacto Histórico que, no obstante perdió en el departamento, es un hecho cierto que nuestro territorio es un tremendo laboratorio en donde la enfermedad de la violencia y alteración del orden público y sus nefastas consecuencias, delinearon una región víctima que debiera lucir como ello ante el gobierno de Petro, como debió ser igualmente con los anteriores gobiernos, para demandar un mejor trato, el justo y adecuado por parte del nuevo presidente. La posesión del presidente en Plaza de Bolívar tenía enormes delegaciones de las regiones de peso específico en la política, como Antioquia, la Costa, Valle y Bogotá; pero Huila, apenas con escasas ofertas, destacando, afortunadamente alguna manifestación de danza. Sumemos a la precaria visibilidad en el escenario nacional, a la cada vez más decadente dirigencia política opita que ha llevado a la región a carecer de representación en el senado. Tenemos que reconocer que no tenemos el liderazgo suficiente y necesario para hacernos visibles, para vendernos en este enorme mercado que es el mundo global, siempre desde el valor de lo local. Afortunadamente existen casos especiales como el café y la tilapia roja como escenarios en donde sobresalimos. De hecho, la realización de un certamen como la Feria Internacional de Café, Cacao y Agroturismo que llegará en el presente año a la versión segunda, o la Feria Internacional Acuícola que cumplió en el 2022 su premier, se perfilan como estrategia de visibilización con promesa de éxito. Pero no es suficiente. El café del Huila ocupa el primer puesto en volumen a nivel país, y su calidad es reconocida internacionalmente; y, sin embargo, los recursos de Fedecafé para el sector siguen siendo injustos frente al plus que le damos a la caficultura nacional. Sigue siendo una quimera pensar en que el departamento tenga como Gerente General de la Federación a un huilense. Esto sería, seguramente más posible, si los políticos que se sientan en Casa de Nariño y en el congreso, hiciesen sinergia frente a estos intereses de la región. Pero eso ya no es posible, al menos hasta ahora. Los senadores huilenses se fueron y hoy, como el hombre que despide su virilidad o la mujer que se asombra frente a las arrugas en su rostro que el espejo le descubre cada mañana, lucen vetustos con fuerzas electorales desuetas, tales como las paredes de la vieja casona en donde apenas viven los recuerdos.