Luis E. Gilibert
Tenemos nuevo director en la Policía Nacional de los colombianos. Se trata del Mayor General Henry Armando Sanabria Cely, un hombre salido de las líneas policivas, con una carrera sin mácula, curtido en diferentes posiciones tanto administrativas como operativas, incluyendo la inteligencia; cumpliendo con lujo de detalles y satisfacción funciones de alta responsabilidad y recibiendo por ello el reconocimiento de sus superiores. Todas esas tareas que le permitieron acceder a los cargos de altas responsabilidades institucionales y al grado de Brigadier General.
Es timonel de una familia consolidada y moralmente aquilatada, antecedentes que nos permiten dogmatizar éxitos personales e institucionales, que aseguran un futuro promisorio para nuestra decorosa Policía Nacional.
Con este nombramiento, la institución entra en un periodo de expectativa, ante el ajuste que nuestro novel director debe dar al andamiaje, tanto administrativo como operativo, de la entidad policial.
Al Señor Director le entregan la responsabilidad de operar, dirigir, orientar y administrar una institución centenaria, consolidada, históricamente sufrida, cuando no maltratada, pero reconocida por su entrega y sacrificio ante el clamor ciudadano; blanco de expectativas y esperanzas sociales de seguridad, orden y justicia. Por lo tanto, para exigir al señor Director resultados efectivos y logros ante la criminalidad, es imperativo que cuente con plena libertad en el manejo, mando y distribución. La discrecionalidad en la administración del personal es indelegable, aplicando esa facultad de ubicar en los puestos de altas responsabilidades a oficiales y profesionales de su entera confianza y conocimiento, los que deben ser emplazados por aciertos o errores ante el señor Director, quien a su vez responderá al Presidente de la República ante aquellas ejecutorias y cumplimiento del objetivo institucional, como es la defensa de la vida, honra y bienes de los residentes en Colombia.
Nos manifestamos sobre tema tan sensible por el inusual nombramiento de la señora Subdirectora, -no por su persona en sí- sino el llegar su destinación originariamente de Presidencia, cuando el uso, costumbre y autoridad, dicta que el Señor Director escoge a su subdirector con plena libertad y discernimiento, como debe ser en todo el panorama administrativo policial.
Coda. Por último, queremos presentar una inquietud también un poco inusual y tiene que ver con la ceremonia de posesión del Señor Director, efectuada en la Escuela de Cadetes de Policía, General Francisco de Paula Santander, donde seguridad de Presidencia, por desconocimiento o imprudencia, se tomó las instalaciones y manejó a su antojo ese protocolo ancestral de la ceremonia, violentando el orden y jerarquías de los asistentes e invitados, cuando el reglamento y la tradición deja bajo la responsabilidad del Señor Director de la Escuela la organización, seguridad y desarrollo del evento. No se escapa la preocupación de seguridad presidencial, pero la experiencia es muy grande para permitir este tipo de invasiones.